mayo 14, 2008

Está trillado hablar de amor...

3:00 a.m. en algún lugar
“Levantate puta, ya sé que me engañás con otro. Quiero que te vayás a la mierda ahora mismo. La mujer se levanta del suelo e intenta saber qué dice el marido que grita y grita. Le duele hasta el pelo…

Ya de pie pudo esquivar una patada. En una acción contra natura ella siente que el sueño del que está saliendo es la vida real y despertar la pesadilla. Pregunta ¿qué pasa? Le pide al marido que se calme, que no grite, que los vecinos oyen, que los niños duermen, que está equivocado, que ella le quiere… pero no hay manera, el monstruo ha salido esta noche y no hay palabras que lo calmen, no hay nada que ella pueda hacer o decir que lo pueda tranquilizar. Que te vayás, eso es lo que quiero grita nuevamente el marido. Ella coge su bolso, se pone cualquier cosa encima del pijama, le dice que se va a llevar a los niños y él grita histérico que ELLOS NO VAN A SALIR, QUE SE QUEDAN CON ÉL. Ella toma las llaves, se mete al carro, trata de encenderlo pero no puede porque el cuerpo le tiembla, no puede ver porque las lágrimas salen sin parar, el corazón late como si va a salirse y el alma se le está rompiendo en pedacitos…” Cuando por fin logra hacer que el carro arranque algo golpea el parabrisas, el marido se ha tirado encima, le pide que no se vaya, que él le ama, que lo perdone, que nunca volverá a suceder. Se tira bajo las llantas, le dice que si ella se va él prefiere morirse Llora, suplica, la mira con ojos de quien ama intensamente y ella se baja Él la abraza, la besa, le pide mil veces perdón Entran a la casa La pesadilla terminó”. Hasta la próxima.


Lo anterior no es el cuento de la última película de miedo que vi ni vayan a pensar que ahora prefiero el género de horror a la hora de escoger mis libros. Es lo que me contó una amiga que le sucedió uno de estos días a ella, dice que tienen problemas, que su marido se ha vuelto celoso e irracional, que ella está asustada porque “antes le pegaba pero no así”, y es que ahora ya no importa si los niños están presentes, es igual, y aunque ella “intenta portarse bien por todos los medios” para que no se enoje, él siempre encuentra una razón y si no la inventa.

Claro, mi amiga tiene un problema, pero ¿Cuál será realmente su problema?

Está trillado hablar de amor…

Así repite una y otra vez el estribillo de la canción “Brazos de Sol” de Alejandro Filio. Hoy la he estado escuchando y me hizo pensar en que tanto el amor como otros se consideran temas trillados, no nos gusta hablar y a veces creo que de repente no nos gusta ni pensar en ellos porque claro, hablar de amor nos hace parecer cursilones de vez en cuando, y si los temas son otros pues veamos, el trabajo infantil es un problema casi mundial y uno no puede remediarlo, la religión y la política hacen pelear a la gente y lo mejor es intentar conservar la paz si al final lo importante es creer… ah porque eso de no creer en nada es de ateos y con ellos si que no, allí mejor ni nos metemos, los políticos son siempre corruptos y no hay nada qué hacer al respecto por tanto tampoco sirve de nada andar hablando y así vamos depurando y nuestras pláticas se centran en otras cosas, no voy a decir si son más o menos importantes pero son otras, no esas cuestiones cochambrosas, entre ellas “la violencia contra la mujer” considerado el más trillado tal vez, porque sinceramente, todo eso de la perspectiva de género, la liberación femenina, los derechos de las mujeres… lo dicho, está trillado.

Pues bien, como estoy en mis días esos donde quiero ver las cosas en positivo, verles el lado bueno, pensar bien antes de hacer lo contrario… pues supongamos que cuando hay una negativa a hablar de todo esto es porque se piensa que de todas maneras con hablar no se va a cambiar nada y entonces mejor ni perder el tiempo… y al respecto creo que es cierto, pero si se intenta verle el otro lado, el de la sensibilización pues entonces no lo es y aquí empiezo, se acabó el sarcasmo y lo que sigue ya es modulando el tono y sin ironías… ;-)

Para mi, el punto es que si hablar por hablar no sirve, creo que lo que sí sirve es propiciar la reflexión y el diálogo porque si no hablamos aunque sea de vez en cuando de estas cosas aunque sea incómodo hacerlo, entonces ¿cómo diablos nos enteramos de lo que realmente sucede?, ¿cómo nos vamos haciendo sensibles al grado de que si un día nos pasa o vemos que pase no nos provoque sencillamente mirar hacia otro lado? Bueno, es que no tiene por qué pasar se pensará. 


Pues bien a mí la lección al respecto me la dio la vida misma hace muchísimos años y eso que aprendí de vez en cuando renueva su validez, en estos días lo hizo y eso es lo que hoy quiero compartir no sin antes decir que estoy consciente de que muchas personas sufren cosas horribles en el mundo, que sin diferencias de sexo, estatus, religión, cultura, edad o ninguna otra diferenciación que se pueda utilizar para estos casos, sin embargo, en un intento de ser fiel a mis opciones y a eso que un día aprendí, escribo esto en nombre de las niñas, los niños y las mujeres que sufren maltratos de cualquier tipo y mi único objetivo es invitar a otras personas a que pensemos juntos, hablemos del asunto y si se nos da la oportunidad este tipo de reflexiones nos ayuden a tener una base para decidir qué hacer en un momento determinado.

Pues empiezo.

A mí que me corrijan quienes comparten su vida con alguien —una pareja claro está— si me equivoco al decir que la compañera o el compañero de vida, bajo el estatus que sea, es además de la persona con la que más cosas buenas compartimos, también la que más se tiene que comer los malos ratos, las crísis personales, el genio, el carácter, los días locos, esos en los que "llega la regla" (aunque se trate de un hombre…) y todo como decía en doble vía, es decir, tanto uno como otro. 


Así, en el camino ese que se llama “para toda la vida” alguna vez, a algunas parejas, les sucede que sobre el tapete aparecen las preguntas temidas: ¿Seguimos?; ¿Paramos? Y allí hay que decir que en medio de todas esas situaciones que la gente enfrenta y que pueden ser tan variadas como los colores, algunas se superan, otras se pasan de largo y algunas son la causa de que “para toda la vida” se vuelva imposible de cumplir, por ser sencillamente demasiado tiempo.

Antes de seguir comento, que por pensar como expongo a continuación algunos de mis amigos y amigas casados me tiran piedras y me tachan de feminista perdida, y me recuerdan mi deficiencia de “cierto no sé qué” que le es otorgado a la gente —especialmente a la que se casa como Dios manda— y que es lo que les permite dejar de pensar con el estrógeno, como según su opinión me sucede, y les hace “seguir juntos a pesar de todo, de cualquier cosa que pase, no importa lo que eso sea” porque lo más importante será siempre la unidad familiar por el bien de todos, especialmente claro de los hijos, las hijas, y a menudo, esto lo agrego yo: de los maridos.

Respecto a eso entonces diré simplemente que, como yo lo veo, cada quien tiene derecho a tener sus propias fronteras, que las parejas como tales también las tienen y dentro de ellas a veces sin que tenga que estar escrito en ninguna piedra, hay códigos, hay normas, hay una dinámica de reciprocidad y en nombre del amor ciertas cosas se respetan. Pero sin embargo, como eso no siempre es sencillo y las decisiones tampoco pues lo que a veces hay que tener claro es que se vale intentar se felices, intentar ser familia, también tener problemas y hacer muchos esfuerzos por solucionarlos juntos, saber que la vida no es siempre color de rosa, que la madurez ayuda, que el amor sostiene y estas cositas entre muchas otras, incluso que también se vale decir “¡ay, eso me dolió!” de vez en cuando.

Pero un momentito, que yo sepa amor no quita conocimiento y entonces en medio de “seguir a pesar de todo, de cualquier cosa que suceda, no importa lo que eso sea” hay cosas que simplemente no se valen y una de ellas es confundir al amor con tiranía, y que uno de los miembros de la pareja, a menudo el hombre, abusando de su mayor fuerza física pretenda que sus hijas e hijos sean sus perfectos soldaditos y que su mujer deje de ser quien es para convertirse a puros golpes, en la mujer de sus sueños…

A mi que me digan misa, que se escondan tras una cultura, tras una historia de abusos en la niñez, que me diga que su padre lo hacía, que los hijos así se educan, que así les educaron a ellos, que su mujer está loca, que los niñas son picaras, que así se hacen los hombres, que ella no sabe cocinar, que es haragana y no cumple sus deberes ni en la casa ni en la cama, que es malcriada y contestona, que no sabe quedarse callada, que es una coqueta, que es mandona, que es una caliente, que le pone los cuernos, que su mujer es una puta y que no tiene remedio, y de todo ello lo único que puedo aceptar como cierto es lo último: NO TIENE REMEDIO, y si es así, entonces ¿Por qué no la deja? ¿Por qué creé que pegándola va a lograr que ella cambie? ¿Por qué le pega a su mujer, a sus hijas y a sus hijos y no le pega a su superior en el trabajo que de vez en cuando le hace sentir como una mierda? ¿Quién le dio el derecho? Pero de todas las preguntas la más importante: ¿Por qué las mujeres aguantamos y no nos vamos a la primera y a veces nunca?

Pues esa es precisamente la lección que aprendí, ahora sí que cabe decirlo, a puros golpes, hace muchos años, cuando mi novio se volvió una persona violenta, pensaba que yo era capaz de engañarle con cualquiera y a fuerza de amenazas, intimidaciones, gritos y muchos moretes en mi cuerpo quería asegurarse primero de que yo no le iba a engañar con otro y segundo que no le iba a dejar nunca.

Pero como sé que en abstracto las cosas son difíciles de asimilar, sobre todo cuando son ajenas a nuestros comportamientos habituales o a lo que dichosamente ha constituido algunos entorno a lo largo de la vida, a manera de ilustración voy a compartirles esta historia, que es la mía, que sucedió hace muchos años pero cuyas huellas no se borran porque les tengo prohibido siquiera despintarse. Para mí, el que no aprende de sus errores los repite irremediablemente, y como éste es uno que no quiero volver a cometer, no lo olvido, y aunque tampoco le permito que ocupe un sitio de privilegio en las decisiones que determinan mi existencia, es un hecho que recuerdo cada vez que alguien cercano a mí es abusado y para no meterme en líos me dan ganas de correr, porque eso puede hacerse, pero decidir lo contrario puede hacer la diferencia.

Era el año 1993, y luego de algunos meses participando en un grupo juvenil de la iglesia católica me enamoré —y él de mí— de uno de los chicos que coordinaban el grupo, teníamos más o menos la misma edad y muchas cosas eran comunes en nuestros gustos. A mi de él me encantaba que tocaba la guitarra muy bien, que se expresaba como tocado por los dioses cuando de dar una charla se trataba, que era extremadamente sociable, que tenía sentido del humor, que me escuchaba y que cuando me contaba sus cosas no intentaba apantallarme, en fin, el chico me encantaba y para lo que yo consideraba en su momento mi fortuna, un día también me miró, empezamos a quedar más de lo usual, pasaron unas semanas, no tantas en realidad, y nos hicimos novios —o como se dice en algunos países del sur de América
“enamorados”, porque allí novio sólo es ese con el que una se va a casar, es decir, que ha comprado el titulito con un anillo.

Empezó la cosa muy bien, pasaron los meses y mejor, se enteró todo el mundo y genial, yo sentía que me había enamorado para siempre y él me mostraba su amor de mil maneras. Me escribía poemas, me componía canciones, me mandaba flores a la oficina sólo porque me oía estornudar cuando hablábamos por teléfono y me escribía en la tarjetita “que te mejores”. Éramos muy felices por habernos encontrado.

Pasó aproximadamente un año y la cosa empezó a cambiar absolutamente. De ser el novio juguetón, amigo, enamorado, pasó a ser uno celoso, controlador, agresivo, que se me aparecía como un fantasma por cualquier sitio donde yo iba sin avisar, y cualquier amigo mío, o de los dos que tuviera la osadía de saludarme de una forma que a él le pareciera demasiado familiar lo convertía en "sospechoso":
«¿Por qué te habla así? Gritaba mi novio. ¿Por qué le respondiste de esa manera?» Y así fue empezando todo. Él gritaba y yo lloraba. Me tomaba por los brazos y me apretaba con todas sus fuerzas preguntándome con toda la rabia que sus palabras, sus gestos y su mirada podía expresar ¿quién es, por qué te dijo eso, por qué te da un beso cuando te saluda y otro cuando se va, por qué le correspondés con una sonrisa, por qué, por qué, por qué? Y yo allí, muerta de miedo, suplicando bajito: “Soltame, me estás haciendo daño, por favor, cálmate”. Pero nada valía, ni mis lágrimas, ni mis súplicas, ni que hubiese gente cerca, ni que yo le diera diez mil razones. Y así, una, otra, otras y muchas veces repetimos la función, en la universidad, en la calle, en la iglesia, en cualquier sitio al que fuésemos juntos y en donde por "mala suerte" nos encontrásemos a algún amigo que me quisiera saludar.

Una noche yo estaba en la universidad, él llegó a buscarme y me invitó a cenar. Despacito me salí de la clase y un compañero me preguntó ¿por qué me iba?, y en son de broma al ver que me fugaba con el novio me dijo “ya vas a ver bicha, no te voy a dar copia porque te estás escapando (…)”, nos reímos, él nos despidió diciendo adiós con la mano y al salir la jardín afuera del aula yo pregunté: ¿Bueno, y adónde vamos?, pero todo había cambiado, se había marchado la cordialidad y el troglodita hacía su aparición. Me miró a los ojos y me peguntó gritando
«¿Por qué te habló de esa manera, por qué le has dado tanta confianza, qué tenés con él, acaso me estás engañando con él?»  


El escenario: Un jardín lleno de estudiantes esperando para entrar a la siguiente clase en esa misma aula, unas banquitas de cemento con jóvenes sentados hasta en los respaldos. Nos miraban, yo sinceramente sentía vergüenza y también tenía –como siempre- mucho miedo. 

Caminamos hacia una banca, nos sentamos mientras yo le pedía suavecito que se calme por favor. Un poco cansada y pensando en que allí no estaba sola en un momento me paré y le dije que mejor me iba de regreso a la clase, pero él tiró de mi brazo e hizo que cayera sentada a su lado.  Empecé a llorar y así pasaron 2 clases más, y cuando ya no quedaba casi nadie en la universidad porque ya era muy tarde lo único que habíamos logrado hacer era caminar hacia el parqueo muy cerca de la salida, yo no podía más, me dolían los brazos de tanto que me apretaba y me zangoloteaba y él gritaba como desquiciado y su ira había alcanzado tal nivel que le empezó a salir espuma por la boca y cuando de verdad me empecé a sentir vencida y no sabía qué más iba a suceder salió de entre los arbustos una mujer de unos 40 años, se metió en medio de nosotros y con toda la fuerza de su metro y medio de estatura le ordenó que me soltara, que me dejara en paz y le soltó todo un discurso sobre el machismo y de cómo los hombres abusando de su fuerza tratan así a las mujeres y que ella no lo iba a permitir. 

Como es de esperar el otro se puso como una fiera, se defendió alegando que “YO ERA SU NOVIA” y que nadie tenía que meterse, a lo que la mujer respondió que "así fuera su mujer ella no me iba a dejar esa noche con él y que o iba a permitir que me siga maltratando." A todo esto yo estaba como en neutro, no podía dejar de llorar pero tampoco sabía qué más hacer. El pequeño acto de horror se estaba alargando y todo parecía indicar que aquel chico tenía fuerzas suficientes para pegarnos a las dos, la mujer que estaba esperando a que su hija saliera de una reunión pidió ayuda a un hombre un poco mayor que también estaba allí esperando a su hija y a partir de ese momento todo transcurrió de la siguiente manera:

— Mujer: Señor, ayúdenos por favor, este hombre es el novio de ella y nos quiere pegar.
— Señor: ¿Ah si no, y por qué les querés pegar, acaso nadie te ha enseñado a vos que a las mujeres no se les pega. Acaso no tenés pantalones? Vamos a ver si conmigo te ponés para que nos demos verga.
— Mujer: Hace ratos que lo estoy oyendo, yo estaba allí en el carro y me salí cuando escuché lo que sucedía. Este hombre es un patán y a ella la tiene dominada seguramente porque sabe que lo quiere.
— Señor dirigiéndose a mi: Pero él a usted no la quiere mih’ja,

Mi novio al principio gritaba, cuando el señor se acercó bajó el tono, pero cuando escuchó eso que le dijo hizo lo siguiente:

Se tiró al piso, se enrolló como un caracol, se puso a llorar y empezó a decir que él me amaba, que no quería perderme, que nadie podía entender lo que él sentía por mi.

Recuerdo que con mucha tristeza, ningún asomo de enojo pero con el “corazón partío” como diría el Alejandrito aquel, le dije lo siguiente “yo también te quiero, pero ya no podemos seguir, ya me cansé y ya no quiero seguir siendo tu novia”.   Y los dos que me defendían me decían una y otra vez: "Eso que está haciendo este muchacho es un T E A T R O, no le creás, no volvás con él nunca."

Y cuando todo eso pasaba llegaron por fin las hijas que esperaban mis defensores, y yo me fui con una de ellas y la señora en su carro, me dejaron en mi casa y no las volví a ver nunca.

Esa noche llegué a mi casa con el cuerpo y el alma adoloridos. Me fui a la cama sin contarle nada a nadie y sólo un tiempo después pude razonar sobre lo que aquella mujer hizo por mí. Ella Me salvó. De un novio enloquecido De un círculo que no podía romper y aun más importante, de mí misma y de mi silencio.


Eso fue posible porque aquella mujer, cuyo nombre no recuerdo, pero sí el detalle de que vestía una camisa color púrpura con el logo de una de las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres más radicales de este país, un día decidió que no le parecía trillado hablar de ciertos temas y se permitió así reflexionar, formarse un criterio y sensibilizarse al grado de que no se dio la vuelta cuando vio que a una desconocida su novio le hacía una escena de celos y la violentaba emocional y físicamente.  Esa noche “mi problema” a ella le pareció que también era “su problema” y gracias a ello, aunque parezca increíble, por primera vez pensé en la seria posibilidad de terminar aquella relación, por primera vez lo dije en voz alta y a partir de allí lo demás era sólo cuestión de tiempo.

Por si se lo preguntan, la relación no terminó ese día, ni el siguiente, ni el otro; pero a partir de aquella experiencia algo cambió. El chico me volvió a buscar, me pidió perdón y yo lo perdoné.   Su forma de violentarme continuaba y yo seguía tolerando, pero algo poco a poco iba cambiando y empecé a decirle que quería dejarlo, su estrategia cambió entonces y empezó a decir que si lo dejaba se iba a matar. Y yo le creía.  Había días tranquilos de esos en los que uno siente que todavía hay amor. Otros volvía la pesadilla y cuando yo decía que quería terminar, él lloraba y llegó incluso a cortarse las muñecas una vez cuando yo me iba después de una pelea.  Resulta que dije "se acabó", salí caminando y él me llamó por mi nombre para que volteara, al hacerlo vi toda aquella sangre y me asusté mucho, y claro le dije que era mentira, que no iba a dejarlo y que nos fuéramos a una emergencia a que lo atiendan.

No recuerdo cuánto tiempo más seguimos, tal vez fue cosa de un mes, mientras tanto con toda la vergüenza que me daba, me abrí a dos de mis mejores amigas de esos tiempos —y con quienes todavía somos amigas al día de hoy a Dios gracias—, una de ellas la Misha, esa que unos añitos después de aquello, antes de casarse me entregó su cajita de recuerdos de soltera para que se la guarde.  Ella, como digna hija de Norma Guirola, una de las pioneras en lo que a derechos de la mujer en este país se refiere y cuyo protagonismo en el tema, le costó la vida
a manos el Ejercito Salvadoreño durante la Ofensiva Final Hasta el Tope de 1989, junto a Katya, mi ex-maestra y a quien considero "mi segunda madre", me hicieron entender con sus palabras —porque a ellas tampoco les parecía trillado hablar de eso— que sí seguía subida en ese tren, además de sufrir podía también llegar a morir.

Al final un día, un buen día, se terminó. Yo lo terminé. Él lloró, pataleó, me suplicó, me dijo que me amaba y que sin mi prefería morirse, me advirtió que ahora sí se iba a matar y yo simplemente le miré a los ojos y le dije “Pues morite, si eso es lo que querés, entonces morite. A mí simplemente ya no me importa lo que hagás, ya no me importa si vivís o morís, yo ya no te quiero y por eso te pido que nunca, jamás, en lo que te resta de vida, me volvás a buscar."  Pasó el tiempo y claro, él me buscó durante algunos meses pero yo nunca volví a verle, ni a contestar sus llamadas.  Al final él comprendió que aquello de verdad se había terminado. Nunca volvimos y por cierto tampoco se mató.



Aclaro que no culpo solo al novio, al menos no del todo.  Tal vez la mujer un tanto atontada por el amor era yo Yo que me quedé aguantando Que sufría en nombre ¿de ese amor? Que pensaba que un día todo cambiaría Que le concedía a mi gran amor el poder para cambiarlo a él Que me quería tan poco y que en medio de muchas mentiras que me repetía a mí misma, me seguía quedando y seguía permitiendo que esa persona me hiciera tanto daño.  No, si lo tengo claro: Él podía haberse convertido en un loco, pero la que aún con todo eso se quedaba a su lado era solamente yo.  A mi favor entonces, tal vez sólo queda decir una cosa: no es tan fácil como parece romper el ciclo cuando es una la que está dentro.



Respecto a mi amiga, la del problema actual, yo creo que su problema es ella misma y la pasividad ante los hechos que le ha sido enseñada por una sociedad enferma, misma que a la hora de los golpes la deja sola y en la posici sólo ella puede hacer algo para salvarse a sí misma. Sobre si le pone los cuernos o no al marido no le he preguntado ni pienso hacerlo, porque ese no es el punto. Para mí no hay ningún motivo válido para que su marido le pegue. Lo que entiendo, porque de verdad lo entiendo, es que sea tan difícil tomar la decisión de hacer algo, buscar ayuda, hablar con alguien, ir juntos a una terapia, hacerlo cada quien por su lado, o bien en resumidas cuentas dejarlo todo para poder continuar viviendo. 
Para mí cualquier opción -a cambio de seguir haciendo como si nada pasa- es válida, yo les conozco a ambos y sé que son buenas personas, buenos amigos, trabajadores y además sé que se quieren, pero el caso es que allí hay un problema y muy gordo y hacerse del "ojo pacho" simplemente puede llevar a situaciones aún más extremas y por otro lado que a mi opinión también importa, de cara a los hijos y a las hijas, si esto no para hoy, el círculo de la violencia no se rompe y ellas y ellos serán repetidores del mismo cuando crezcan.


Está claro que el asunto de la violencia intrafamiliar no es algo que se resuelve en un día. Es tan complejo que las decisiones sólo pueden irse tomando de a poco y en la marcha. Sin embargo la realidad es que “en la marcha” las mujeres mueren y por eso, este día yo he querido escribir sobre el tema, un artículo más entre millones, pero este les va a llegar a la gente que forma parte de mi pequeño mundo.


La violencia contra las mujeres y las niñas es una realidad. Que las mujeres mueren a manos de sus parejas y que por lo menos en El Salvador las muertes de mujeres por causas violentas (feminicidio) es la primera causa de muerte según las estadísticas oficiales es también una realidad — con el agravante de que a menudo las cifras oficiales reflejan tan sólo una parte de una gran verdad—. Curiosamente, la forma en son asesinadas las mujeres en El Salvador sólo se compara a la forma en que se mata también a los homosexuales. No sólo les matan, antes les violan y golpean, esto me pregunto yo, ¿será simplemente por el hecho de sentirse o querer parecerse una mujer? No importa la respuesta, al final sencillamente es horrible.


Cada día millones de mujeres son violentadas por sus maridos, padres, hermanos, jefes, amantes, novios e incluso por otras mujeres. Yo me pregunto, si eso sucede y es de nuestro conocimiento ¿deberíamos interesarnos o mirar hacia otro lado? Por supuesto que después de lo que he contado, por mi parte, ese tema no tiene discusión y si se me ponen enfrente me meto y si me pasa a mí ya no lo veo como lo veía cuando tenía 20 años. Y no es cuestión de edad, es pura sensibilización.
Yo, aunque a veces lo parece, no pretendo decirles qué hacer ni cómo pensar, aquí nada más comparto lo que yo pienso sobre algo que me interesa en el lenguaje en que mejor me puedo expresar.


Y para finalizar, como a mí ni el tema que he tocado, ni otros como el amor me parecen trillados, como un regalo con todo mi cariño, les dejo la canción “Brazos de sol” de Alejandro Filio en una de las más hermosas versiones que he podido escuchar.   Porque yo sí creo que el amor nos salva y por eso, nunca me parecerá trillado hablar de él, acaso porque para mi fortuna,  sí sé (y muy bien)  cómo es una noche, envuelta en unos brazos de sol...

Hasta la próxima...


Brasos de Sol - de Alejandro Filio



Vaya pues... y aqui también la versión de Silvio Rodríguez con Filio como está en el CD de "Secreto a Voces". No es precisamente un vídeo pero la canción se escucha bonita...


Nos enchufamos, gracias!


imagenes contadores

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