febrero 10, 2017

Nonno, Nonna, Abuelo, Abuela... ¡La Abuelidad!

Algunas personas tenemos al suerte de guardar entre nuestras memorias, la de abuelos cariñosos que jugaron con nosotros y fueron nuestros cómplices en una etapa de nuestra infancia (otros con más suerte incluso en etapas de la juventud o del ser adulto).  

A mí lo de tener abuelo me duró hasta los 10 años y abuela hasta los 16, guardo dulces memorias de ambos tanto de su carácter recio de personas que crecieron sin los refinamientos de las ciudades, como de su cariño por el mero hecho de ser familia y para el caso concreto, el de haber sido ellos los abuelitos y yo la nieta... Don Pablo y la niña Cheva, mi abuelito y mi abuelita por parte de mamá.  Doy gracias a la vida por haberles tenido y poder ahora contar con el referente en mi vida. 

Ya sabemos que en la vida hay de todo, personas buenas y personas muy malas para desempeñar los distintos roles que se nos van proponiendo a lo largo de los años: madres, padres, tíos, abuelos, hijos, hay de todo, pero en febrero de 2017 el libro de Sampedro nos invita a pensar en los abuelos buenos, esos que se convierten al la "abuelidad" cual fieles devotos de una religión. 

Considero que a veces es imposible siquiera imaginar, como personas lejanas a ese estado de vida, la transformación que sucede en el corazón de las personas cuando a partir del nacimiento de un nuevo ser se convierten en abuelos o abuelas y su comportamiento les parece extraño a sus allegados e incluso tal vez, a ellos mismos. 

Para ellos y ellas, "il nono o la nona" como se diría en la lengua de Bruno y Brunettino, un saludo en este febrero que nos ha conectado con su recuerdo. 

A veces cuando leo un libro que me gusta tanto como "la sonrisa etrusca" suelo preguntarme cómo se habrán creado los personajes y la historia, por eso me pareció bien bonito cuando encontré este artículo en el que José Luis Sampedro se refiere a la inspiración que lo llevó a escribir esa novela.

La semilla de ¡La sonrisa etrusca'
José Luis Sampedro

¿Qué me impulsó a escribir La sonrisa etrusca? Sin duda mi nieto. Lo digo siempre: ese libro no lo escribí yo, fue mi nieto quien, desde su cuna, me lo iba dictando al oído. Mi pluma sólo fue un instrumento a su servicio.

Por haberlo contado en numerosas ocasiones, no podré evitar ser reiterativo, pero ya que me lo preguntan, espero no defraudar.

Me hallaba de visita en casa de mi hija en Estrasburgo, una de esas nobles capitales humanistas. Desde mi cuarto, veía el edificio neoclásico de la Universidad, coronado por las estatuas de sus maestros: Lessing, Herder, Schleiermacher y, entre ellas, la de Goethe.

Una noche el sonido de un gemido me despertó y me hizo acudir a la alcobita del niño. La nevada caída durante el día reflejaba el resplandor lunar y el de las farolas callejeras derramando por el ventanal una líquida claridad mágica. Me acerqué a la cuna. Todo era silencio. ¿Habría yo soñado aquel gemido? Ya iba a retirarme cuando el niño me retuvo abriendo sus ojos, redondos y misteriosos como pozos oscuros. Le cogí en brazos y envolví nuestros cuerpos en una manta, acunándole suavemente. Pero tardó en dormirse y, al paso de los minutos, iba el niño pesando en mis brazos, entrándose en ellos y haciéndome  suyo al hacerse mío. Eso fue todo: evadirme con él del reloj y de los mapas, contemplar su carita aún no surcada por los afanes y los días, respirar su olor lácteo y frutal, acoger la elástica firmeza del cuerpecito, flotar juntos en la noche transfigurada. Eso fue todo. Y ese «todo», un milagro.

Aquella noche tuve suerte. La vida me dio clarividencia y el niño se me hizo futuro germinando en mis brazos, dispuesto a colmarse de gentes y experiencias, pasiones y secretos. Me vi ya muerto, pero recordado en él. Me deleité en ser viejo porque así paladeaba mejor aquel instante inmortal. Me hice simple cuna de su puro existir, sentí como carne mía la suya en mis braos. Éxtasis del monje a quien se le fueron cien años escuchando un momento al ruiseñor.

Al día siguiente, rota la magia, la vida volvió a ser trivial, pero la semilla estaba echada y no tardó en germinar: afloró la idea de un cuento. Pero como la ocasión no llegó hasta el verano de 1983, para entonces ya había crecido hasta ser una novela.

Ya sólo me faltaba acertar con el lenguaje exigido por esa historia de milagros cotidianos. El más sencillo, es decir, el más difícil. Lo intenté varias veces hasta que el 1 de noviembre de 1983, a mi habitual hora de la madrugada, al releer los primeros folios, creí lograrlo. Lo demás fue artesanía que concluí al final del verano. El resultado: una novela humilde donde importa la ternura, la comprensión de la vida a través del soplo vital de un nieto.

La sonrisa etrusca, por el símbolo de las terracotas etruscas en cuya sonrisa resplandece la vital sabiduría de la carne.



enero 31, 2017

Sampedro, una mirada y un cariño cercano

En la primera reunión para comentar el libro de este mes en el Club de la Buena Estrella, aparte de conocer un poco a José Luis Sampedro según mucho de lo que se puede encontrar en distintas biografías, leí para la concurrencia un escrito de mi amiga María José que fue quien "me lo presentó" hace algunos años y quién además tuvo la dicha de conocerle en persona.  

Aquí se los comparto por si quieren echarle un vistazo, para mí ha sido un regalo invaluable que me ha hecho sentirla cerca en este mes, tal como si las dos fuésemos las responsables de contarles quién fue este hombre tan gran Señor... 

Escrito de María José Morales Viamonte en enero de 2017 para el Club de la Buena Estrella, previo a la lectura del libro "La Sonrisa Etrusca" febrero de 2017

"Mi" Sampedro literario y humano

Javier era un año mayor que yo pero, antes de matricularse en la Facultad de Económicas de la Complutense, estuvo dos años en la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de la Politécnica. Por eso cuando, al morir mi padre, cambié la Universidad de Sarrico, en Bilbao, por la Complutense yo estaba en Segundo y él en Primero. Yo iba por las mañanas y él iba por las tardes. Coincidimos en la Biblioteca de la Facultad al finalizar las clases por los exámenes finales. Allí nos conocimos y hasta ya.

Ese curso Javier había tenido como profesor de Estructura Económica al Catedrático José Luís Sampedro, y no paraba de hablar de él. Era Catedrático desde casi quince años, aunque se fue por un periodo de dos o
tres años a una Universidad inglesa como gesto solidario con otros dos catedráticos, los profesores Tierno Galván y Aranguren, que habían sido relegados por absurdos motivos políticos.
Al comenzar el curso siguiente, los dos íbamos ya por la tarde, Javier me trajo un día un libro que había comprado al finalizar el curso anterior, por la única razón de que el autor era su estimado profesor. El libro era “Congreso en Estocolmo” y fue el origen de mi absoluta rendición ante Sampedro. No parecía posible que el mismo estructuralista que había traducido el Samuelson (la Biblia, la Torah y el Corán en una sola pieza para los economistas de la época) fuese capaz de escribir algo tan sutil, tan tierno, tan humano, tan vital. Karin fue la primera de las protagonistas que me maravilló conocer en la descripción de su autor. Karin, la estudiante sueca que enamora al profesor Miguel Espejo y comparte conmigo su devoción por
la palabra “cariño”.

Sus personajes femeninos me enamoran, son fuertes, independientes aunque sean esclavas, tiernas, dueñas de sí mismas, erotizantes, enamoradas, mujeres que hacen que muera por parecerme un poco a ellas.

Y las estaba escribiendo y describiendo, haciéndolas vivir en su imaginación y creándolas de forma física con sus palabras, un hombre adulto y en alguna de ellas casi anciano.

Puedes conocerlas, además de en El Congreso, en “El río que nos lleva” (Paula y Shannon el Americano compartiendo por unos días la vida de los gancheros en el río Tajo); “La vieja sirena” (esa Irenia/Glauca sirena poderosa que enamora a todo el que la mira en una recreación histórica libre y sensual como pocas); “El Real sitio” (Malvina, Julia, Don Alonso y, en un arco del otro espacio/tiempo Marta, Janos. El mismo lugar, distintos episodios históricos, cruces atemporales e intemporales…); y un salto más difícil todavía (como se decía en el circo cuando era niña) “El amante lesbiano” (Una vida contada después de la muerte en donde asistimos a la evolución del personaje, que comienza siendo Mario y termina siendo Miriam y convertida en amante de una mujer, Farida, pero no desde el género masculino, que aparentemente es el suyo, sino desde el auténtico, que es el femenino. Como dijo el autor “La Vida... ¡Tantos mueren sin
probarla!”)

Callo mi opinión sobre La sonrisa etrusca; no quiero evitaros ninguno de los momentos que vais a vivir leyéndola. Solo puedo decir que es uno de los cuatro o cinco libros que más he regalado a lo largo de mi vida.

Esa es una brevísima introducción en “mi” Sampedro literario, pero el literario es una más brevísima parte aún del Sampedro ser humano.

Recuerdo una entrevista en la tele, hace mucho, mucho tiempo. Hablaban de la sociedad actual y las sociedades que él ha ido viendo evolucionar. Jose Luís recuerda que cuando cumplió los 18 años, su abuelo le regaló su reloj de bolsillo, que había heredado de su padre y había llevado durante más de 50 años. Él lo usó durante algo más de 40 años y contó con pena que un día, en el año 79, dejó ese reloj en un cajón en casa de sus padres, pero, cuando después intentó recuperarlo, había desaparecido. Nunca había vuelto a encontrarlo y lo lamentaba porque le hubiese gustado dárselo a alguna de sus hijas para que lo siguiese usando. ¡Funcionaba tan bien! Lo decía con pena porque si no se hubiese perdido no hubiese tenido que comprarse otro. No lograba entender la necesidad actual de comprar tantas cosas innecesarias y arrinconar cosas que pueden funcionar perfectamente.

Sé que es una pequeña tontería, pero no es fácil resumirlo. Es demasiado grande, aunque estoy segura de que le horrorizaría que alguien le definiese así. Al igual que en el caso de La sonrisa etrusca solo puedo contar que no soy una persona de muchos “iconos”. Por supuesto que muchas personas han influido en mi evolución personal, gente a la que he admirado de más cerca o más lejos, de la que he aprendido y a la que he tratado de “imitar”, personas con las que he ido creciendo. Pero, si me preguntáis quienes han sido a lo largo de mi vida más propia y cercana mis grandes referentes, no creo que pueda contar más allá de ocho o diez personas. Lo que no tengo duda es que una de ellas es José Luis Sampedro.

La suerte que tenemos es que hoy es bien fácil tener al alcance del teclado y la pantalla la vida, los escritos, las ideas y las opiniones de los grandes hombres y mujeres. No tenemos pretexto para dejarnos engañar. Debemos y podemos indignarnos.




Con la María Jo. y mi hermana en nuestro reencuentro después de 10 años, Madrid 2016


enero 29, 2017

La sonrisa etrusca, una novela de amor


Llegó febrero y con él, el turno de leer un libro sobre el amor en el Club de la Buena estrella. Para 2017 leer sobre el amor significará conocer a un escritor del que nunca se ha leído en los 10 años de existencia del club y él nos contará una historia que habla sobre el amor en estado puro.

Hace 11 años viviendo en la ciudad de Lima en Perú conocí a la María José, mi amiga de Madrid como muchos la conocen.  Vivimos en la misma casa durante un tiempo, nos hicimos amigas, compartimos muchas cosas y entre ellas una maravillosa que es nuestro gusto por la lectura. Cuando la María Jo. llegó a aquella casa del distrito de Santa Anita donde yo vivía ya desde hacía un par de meses, de primera mano no parecía que fuésemos a tener muchas cosas en común, pasó el tiempo y los corazones se abrieron, pasó más tiempo y ella además del corazón nos abrió su biblioteca y yo, como no podía ser de otra manera, me metí de cabeza. Allí descubrí verdaderas joyas escritas tanto de escritores que ya conocía como otros que eran nuevos  al menos para mí.  

Saramago, Kapuscinski, Almudena Grandes, Matilde Asensi, entre otros, y un día llegó el turno de conocer a José Luis Sampedro a través de su libro "La sonrisa etrusca".  Otro libro bueno, pero no un escritor más.  Resulta que la María Jo. conocía a Sampedro y que su marido incluso fue su alumno en la Universidad Complutense de Madrid!!  Así que fue mi suerte que antes de conocerle por su escritura, le conocí por las anécdotas que en aquel momento ella me pudo contar de la forma natural con que se habla de alguien a quién se admira y se le tiene cariño, de esa manera antes de empezar a leer yo ya sabía que me estaba enfrentando a la escritura de un gran señor, que aparte era también un gran humanista, un gran economista y como lo supe después, un gran escritor y un grandioso ser humano que se bebió esa vida que le duró 96 años tal como él lo decía ¡resistiendo y aprendiendo!. 
«Tengo 94 años y me considero un aprendiz de mí mismo. Todavía aprendo a ser quien soy. Y me moriré sin haber acabado, pero he hecho todo lo posible: hazte quien eres y hazlo fervorosamente. Y hazlo entregado a eso y en solidaridad con los demás, porque sin ellos no somos nadie. Sin doblegarte, sin hundirte, sin ceder, sin creer los inventos de los que quieren explotarte. ¡No te rindas! Trata de vivir en armonía con la naturaleza a la que perteneces.»
En estos días pensando en que se acercaba febrero y que ya llegaba el tiempo de leer a Sampedro en el club, le pedí a la María Jo. que me ayudara para poder presentarlo como es debido, y ella muy amablemente buscando tiempo donde no había, desde Madrid nos hizo una compilación de artículos con los que se puede tener una idea de quién era aquel hombre de mente brillante y alma generosa, que siendo uno de los "más grandes economistas" como dicen de él los entendidos en la materia, se abandonó también a su pasión por las letras y creó personajes inolvidables que viven vidas de ficción a menudo en el mundo conocido, mientras -en la vida real- él luchaba desde el poder de las palabras para que el mundo en el que habitamos fuera uno más digno de vivirse. 

Cada vez que escucho una entrevista a José Luis Sampedro, pienso que seres humanos como él dejan muy alto el listón en lo que a vivir respecta y por eso, en esta breve introducción a su biografía quiero dejarles un pequeño vídeo donde él mismo nos hace una invitación a honrar la vida, y nos ofrezco el regalo de no imaginar una voz para leer esta historia escrita de una forma sencilla o como lo diría el mismo Sampedro algún día "sin trucos literarios, con la máxima sencillez que he podido alcanzar".

La novela nos habla de un viejo partisano calabrés que viaja a Milán para ver al médico y descubre a su nieto, y a través de él vuelve a vivir.

Será que al final se trata de que si bien envejece el cuerpo, no pasa igual con el alma, y a 
la hora de sentir, al enamorarnos, siempre es igual sin importar si es el primer amor o el último de nuestra vida, lo cierto es que el mundo se detiene, los sonidos callan y el mundo entero cambia cuando se reconocen por fin, dos almas enamoradas.










Nos enchufamos, gracias!


imagenes contadores

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