En la primera reunión para comentar el libro de este mes en el Club de la Buena Estrella, aparte de conocer un poco a José Luis Sampedro según mucho de lo que se puede encontrar en distintas biografías, leí para la concurrencia un escrito de mi amiga María José que fue quien "me lo presentó" hace algunos años y quién además tuvo la dicha de conocerle en persona.
Aquí se los comparto por si quieren echarle un vistazo, para mí ha sido un regalo invaluable que me ha hecho sentirla cerca en este mes, tal como si las dos fuésemos las responsables de contarles quién fue este hombre tan gran Señor...
Escrito de María José Morales Viamonte en enero de 2017 para el Club de la Buena Estrella, previo a la lectura del libro "La Sonrisa Etrusca" febrero de 2017
"Mi" Sampedro literario y humano
Javier era un año mayor que yo pero, antes de matricularse en la Facultad de Económicas de la Complutense, estuvo dos años en la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de la Politécnica. Por eso cuando, al morir mi padre, cambié la Universidad de Sarrico, en Bilbao, por la Complutense yo estaba en Segundo y él en Primero. Yo iba por las mañanas y él iba por las tardes. Coincidimos en la Biblioteca de la Facultad al finalizar las clases por los exámenes finales. Allí nos conocimos y hasta ya.
Ese curso Javier había tenido como profesor de Estructura Económica al Catedrático José Luís Sampedro, y no paraba de hablar de él. Era Catedrático desde casi quince años, aunque se fue por un periodo de dos o
tres años a una Universidad inglesa como gesto solidario con otros dos catedráticos, los profesores Tierno Galván y Aranguren, que habían sido relegados por absurdos motivos políticos.
Al comenzar el curso siguiente, los dos íbamos ya por la tarde, Javier me trajo un día un libro que había comprado al finalizar el curso anterior, por la única razón de que el autor era su estimado profesor. El libro era “Congreso en Estocolmo” y fue el origen de mi absoluta rendición ante Sampedro. No parecía posible que el mismo estructuralista que había traducido el Samuelson (la Biblia, la Torah y el Corán en una sola pieza para los economistas de la época) fuese capaz de escribir algo tan sutil, tan tierno, tan humano, tan vital. Karin fue la primera de las protagonistas que me maravilló conocer en la descripción de su autor. Karin, la estudiante sueca que enamora al profesor Miguel Espejo y comparte conmigo su devoción por
la palabra “cariño”.
Sus personajes femeninos me enamoran, son fuertes, independientes aunque sean esclavas, tiernas, dueñas de sí mismas, erotizantes, enamoradas, mujeres que hacen que muera por parecerme un poco a ellas.
la palabra “cariño”.
Sus personajes femeninos me enamoran, son fuertes, independientes aunque sean esclavas, tiernas, dueñas de sí mismas, erotizantes, enamoradas, mujeres que hacen que muera por parecerme un poco a ellas.
Y las estaba escribiendo y describiendo, haciéndolas vivir en su imaginación y creándolas de forma física con sus palabras, un hombre adulto y en alguna de ellas casi anciano.
Puedes conocerlas, además de en El Congreso, en “El río que nos lleva” (Paula y Shannon el Americano compartiendo por unos días la vida de los gancheros en el río Tajo); “La vieja sirena” (esa Irenia/Glauca sirena poderosa que enamora a todo el que la mira en una recreación histórica libre y sensual como pocas); “El Real sitio” (Malvina, Julia, Don Alonso y, en un arco del otro espacio/tiempo Marta, Janos. El mismo lugar, distintos episodios históricos, cruces atemporales e intemporales…); y un salto más difícil todavía (como se decía en el circo cuando era niña) “El amante lesbiano” (Una vida contada después de la muerte en donde asistimos a la evolución del personaje, que comienza siendo Mario y termina siendo Miriam y convertida en amante de una mujer, Farida, pero no desde el género masculino, que aparentemente es el suyo, sino desde el auténtico, que es el femenino. Como dijo el autor “La Vida... ¡Tantos mueren sin
probarla!”)
Callo mi opinión sobre La sonrisa etrusca; no quiero evitaros ninguno de los momentos que vais a vivir leyéndola. Solo puedo decir que es uno de los cuatro o cinco libros que más he regalado a lo largo de mi vida.
Esa es una brevísima introducción en “mi” Sampedro literario, pero el literario es una más brevísima parte aún del Sampedro ser humano.
Recuerdo una entrevista en la tele, hace mucho, mucho tiempo. Hablaban de la sociedad actual y las sociedades que él ha ido viendo evolucionar. Jose Luís recuerda que cuando cumplió los 18 años, su abuelo le regaló su reloj de bolsillo, que había heredado de su padre y había llevado durante más de 50 años. Él lo usó durante algo más de 40 años y contó con pena que un día, en el año 79, dejó ese reloj en un cajón en casa de sus padres, pero, cuando después intentó recuperarlo, había desaparecido. Nunca había vuelto a encontrarlo y lo lamentaba porque le hubiese gustado dárselo a alguna de sus hijas para que lo siguiese usando. ¡Funcionaba tan bien! Lo decía con pena porque si no se hubiese perdido no hubiese tenido que comprarse otro. No lograba entender la necesidad actual de comprar tantas cosas innecesarias y arrinconar cosas que pueden funcionar perfectamente.
Sé que es una pequeña tontería, pero no es fácil resumirlo. Es demasiado grande, aunque estoy segura de que le horrorizaría que alguien le definiese así. Al igual que en el caso de La sonrisa etrusca solo puedo contar que no soy una persona de muchos “iconos”. Por supuesto que muchas personas han influido en mi evolución personal, gente a la que he admirado de más cerca o más lejos, de la que he aprendido y a la que he tratado de “imitar”, personas con las que he ido creciendo. Pero, si me preguntáis quienes han sido a lo largo de mi vida más propia y cercana mis grandes referentes, no creo que pueda contar más allá de ocho o diez personas. Lo que no tengo duda es que una de ellas es José Luis Sampedro.
La suerte que tenemos es que hoy es bien fácil tener al alcance del teclado y la pantalla la vida, los escritos, las ideas y las opiniones de los grandes hombres y mujeres. No tenemos pretexto para dejarnos engañar. Debemos y podemos indignarnos.
Con la María Jo. y mi hermana en nuestro reencuentro después de 10 años, Madrid 2016