Me puse a seleccionar "por fin" -como diría mi mami-, lo que quería conservar de una gran caja de 1 mt. x 1 mt. llena hasta la mitad que contenía libros, cuadernos, papeles, recuerdos... que ella reunió durante el tiempo que estuve viviendo fuera y que al volver me entregó.
Cuando la vi por primera vez, y entonces sí estaba totalmente llena, mi intención inicial sinceramente fue tirarla tal cual (más por vagancia que por ninguna otra cosa), pero mi mamá me puso cara de "te mato" y me chantajeo (es que fue un chantaje) con una sentencia que yo no podía rebatir "si yo fui capaz de guardarla para vos por todo un año, lo único que te pido es que tengás por lo menos la delicadeza de revisarla", pero claro, es que tenía razón.
Pues bien, como entonces no era cosa de simplemente mirar fui dejando la dichosa caja para después y hace como medio año la enfrenté por primera vez sacando digamos que lo más grande, adornos, bolsos, libros, etc. Al cabo de un buen rato tenía 2 bolsas jardineras llenas de basura, algunos bolsitos recuperados, nostalgia por esos libros que tanto disfruté leer y como tres carpetas de cositas más que quería conservar. Ah si!, y nadita de ganas para continuar...
Así, me paré frente a aquel medio metro lo que fuera que contuviese la caja. La saqué del rincón donde ha estado casi 3 años (ah!, porque la otra vez no la pude ni mover…), la empujé con todas mis fuerzas (ya sabemos que no tengo tantas), la casi tiré por las escaleras de mi casa, ya abajo la arrastré hasta que quedara cerca del sillón y me dispuse a escarbar. Va a ser cosa de un rato, "ésto sirve y ésto no", me engañé. Empecé a sacar y a medida que sacaba se me iban ensuciando hasta las orejas pero paradójicamente, mientras mis manos, mi ropa, mi cara y mi cabello se volvían como de ébano, mi memoria se iba sacudiendo, se llenaba de luz y cuando vine a darme cuenta se me habían desempolvado los recuerdos.
Avanzaba el día y asi, al cabo de lo que fueron muchísimas horas sentada, con un reguero de cosas por aquí y por allá, mi papá dando paseitos con su silla de ruedas y leyendo alguna que otra revista de las que yo iba sacando, mi mamá con su cara de satisfacción por haber logrado doblegar mi espíritu rebelde, Roco -el chucho- dando miles de rondas, a ratos durmiendo y otros desbaratándo algún rimerito (y cayendo con un sólo salto fuera de mi alcance por supuesto!), casi sin darme cuenta me fui sumergiendo en un laberinto de recuerdos.
Llegado un momento creo que ni un temblor hubiese sido capaz de evitar que yo siguiera sacando, leyendo, evocando. El espacio a mi alrededor parecía haberse transformado y algo así como un aura de energía positiva con olor a nostalgia, sensación de alegría y hasta de variados sabores me envolvió (lo último tal vez era por mi convicción de que algunos de los más hermosos momentos con los que se puede festejar la vida tienen lugar alrededor de una mesa).Seguí sacando, las horas pasaban pero yo me sentía en pausa. Más bien parecía que si el tiempo avanzaba lo hacía en reversa, y así de la mano de fotos, postales, tarjetas de cumpleaños, de navidad, del día de San Valentín, papelitos de post-it, y cartas, muuuchas cartas, uno a uno fueron llegando los recuerdos y agolpándose en mi memoria rostros, voces, sonrisas, lugares, lágrimas, secretos, confesiones, sueños compartidos... todo allí junto como testigo de otros tiempos que por momentos me parecía no sólo eso, sino más bien "otras vidas".
Más horas y poco a poco parecía como si por algún extraño conjuro se me había concedido el poder para convocar a los espíritus de tanta gente con la que un día nos conocimos, nos acercamos y por dicha, pudimos hacer de aquel encuentro algo Muy importante.
Así que puedo decir que lo más emotivo no fueron mis múltiples diplomas de participación y la documentación de aquellos eventos que (se supone) aumentaron mis conocimientos, ni las estadísticas anuales sobre distintas maneras de expresar cómo están de bien o de mal los seres humanos. No, lo que me impactó fueron las notas, las tarjetas, algunos e-mails que seguramente por importantes o porque eran muy largos preferí imprimir para leerlos, las fotos, los libros pero sobre todo las cartas.
¡No!, no eran cartas de "ex" o de "ex-ex-ex", bueno no todas (aunque sí muchas...), pero también las había de muchas personas más, algunas con quienes por suerte aún seguimos en contacto y otras de las que sinceramente hoy por hoy no sé nada, pero sin embargo puedo decir ¡vaya que nos quisimos! y qué bueno saber que durante ese tiempo cuando la vida nos juntó aprovechamos la oportunidad para ser amigos, amigas... casi familia, y todo eso allí reflejado… testificado en aquellas palabras escritas.
Leyendo y leyendo concluí de manera personal, que a menudo los e-mails nos dejan saber lo inmediato, lo que sucede en el día a día y eso es fantástico, pero no todos nos cuentan cosas como lo hace las cartas porque alli uno escribe tal como va dictando el alma. Tal vez entonces por ello, aunque pase el tiempo guardan la vigencia del cariño con que se escribieron y la ilusión con que fueron recibidas en su momento.
Muchas veces leo a manera de amenaza que los libros, en su versión impresa, tienen los días contados. Yo no sé si eso realmente será así, lo que sé es que estoy muy agradecida de haber nacido en el tiempo cuando podemos -todavía- sentarnos cómodamente, coger un libro con las manos y permitirnos el placer de sumergirnos en esos mundos particulares de una historia, una novela, una epístola, un relato, un diario... y sentir en algún momento que no lo queremos terminar o terminarlo con la sensación de que un buen amigo se fue. Este es el mismo tiempo que también nos permite, ya menos pero todavía — y claro, cuando no son notas de cobro— atender al cartero en la puerta de la casa o abrir el buzón cuando llegamos y sentir que nos va invadiendo la emoción, que nos cosquillea el estómago, porque ¡ha llegado una carta! y al abrirla: esa letra (aunque no sea tan bonita), esas palabras, ese cariño.
Aqui entonces, para ustedes, lo que quiere decirles mi alma con mi lenguaje personal, este que se apodera de mi a veces y que me hace escribir, escribir y escribir sin saber muchas veces bien hasta dónde voy a llegar, hasta que llego.
Ah sí, y con una especial dedicación a "la madre que me parió", que lleva 34 años intentando doblegar mi rebeldía, que es la principal animadora de todas mis causas (aunque parezcan perdidas de antemano), que con tanto amor reunió mis recuerdos cuando me tenía viviendo lejos y que claro se propuso no permitir que yo los tire a la basura antes de verlos... porque me conoce y conoce mi corazón tal vez incluso más que yo. Muchas gracias Mami.
Como simple ambientación diré que ésto lo escribí mientras escuchaba esa canción de enanitos verdes que habla de las viejas cartas y la de A.Sanz que dice: "escribirás, frases tan sinceras que en ellas podría vivir... escribirás, siempre tan sincera que tu letra podré acariciar".
(Y de antemano aviso: No hay forma de que yo revele a nadie lo que hay en la caja de la Michele eh...jajaja)