Andar en bus.
Dicen que para muestra, un botón es suficiente:
¿Por qué tiene que ser así?
Esa es la pregunta que Verónica, una de mis compañeras de casa hacia un día de estos respecto a la sencilla acción diaria de utilizar el servicio de transporte público en El Salvador. Al respecto aclaro que la Vero no se refería a ¿por qué tengo que andar en bus? (!!) Sino a: ¿por qué tiene que ser así, que se tenga siempre tanto miedo y sospeche de todas las personas que se suben al bus en el que una/o se transporta?.
Las pasajeras y los pasajeros
Es que actualmente y desde hace un tiempo en El Salvador, tal vez con el acento puesto en la ciudad de San Salvador y algunos trayectos entre departamentos, cada día parece una proeza y ya hasta se ha vuelto tema recurrente de conversación en los lugares de trabajo y en la casa: “venía en el bus y… se subieron unos ladrones! Pero gracias a Dios me libré porque logré bajarme antes…”, “hoy iban robando el bus pero no llegaron hasta donde yo estaba”. Eso en el mejor de los casos, cuando no la historia puede ser algo así como "Me robaron el celular y este es el 6º que me roban en 3 meses !!! o bien: “hoy se subieron al bus pero ‘no robaron’ sólo nos pidieron $1.00 por persona…”
Entendiendo que el pedido no es ‘si usted gusta’ ni en el tono del bien educado ‘por favor’ sino más bien sustituyéndole por un atento: “y quién no lo de que se atenga a las consecuencias”.
En mi caso particular en lo que va del año último año me ha tocado bajarme de un bus a los 5 minutos de haberme subido y probar suerte subiéndome a otro, entregar "voluntariamente" una cuota de esas que son fijas por persona luego de que alguien se sube y dice algo parecido a: “somos varios, estamos armados, que nadie mire hace atrás y en este momento voy a pasar por cada asiento recogiendo x cantidad por persona” Por supuesto: lo entregué, pero es que ¿alguien que lo ande no lo entregaría? Y la pregunta del millón: ¿qué pasa si alguien no anda la cantidad que piden? ¿Se pide un crédito, se entrega la tarjeta -clave incluida-? bueno, si con eso se va a salvar la vida capaz y hasta se les acompaña al cajero automático...
Entre mis amigas y amigos sé de robos a mano armada, exigencia de cantidades específicas de dinero por persona, robos de celulares (exclusivamente), amenazas violentas con granadas de mano, con pistolas, cuchillos y en el pasado mes de marzo uno de los compañeros de trabajo de un amigo murió apuñalado porque en medio de un asalto en un bus se puso nervioso y no cumplió la orden de “no levantar la cabeza…”.
El Miedo
Hace un tiempo, la señora que venía a planchar a casa de mi mamá me contaba que le habían diagnosticado Hipertensión y Diabetes y muy a la manera de eso que se conoce como ‘sabiduría popular’, me decía algo parecido a lo siguiente:
“los doctores dicen que es porque una no se cuida, que no hace ejercicios ni come bien que se enferma, yo digo que no, que eso de que ahora medio mundo padezca de la tensión alta y de la diabetes se debe al miedo que siente cada día cuando se sube a los buses y va con el alma en un hilo pensando que en cada parada se va a subir un ladrón, y mire no es por lo que le van a robar, es porque a veces eso no les basta y matan a la gente por nada… porque no anda $1.00 para darles, porque el celular es de los baratos, porque les miró a la cara, porque ellos andan nerviosos, por lo que sea uno puede terminar allí muerto por el tan sólo hecho de haberse subido a un bus y que lo asalten”.
Tal vez en el fondo esta mujer que lava y plancha ropa ajena y por ello se mueve cada día a distintos puntos de la ciudad tenga la razón que da la propia experiencia, es decir, vale para uno mismo pero no para hacer absoluto un supuesto... sin embargo, respecto a estas cosas ¿serán posible las respuestas correctas?, ella es sólo una más entre miles y miles de personas que cada día de una u otra manera salen de su casa y viven la vida en medio de la ciudad y sus autobuses, con los ladrones y sus razones, con la buena o mala suerte que acompañe y esa es su opinión.
Pero más allá de si la niña Rosa está en lo correcto, hay una cosa que sí es verdad, en El Salvador lo común cuando se viaja en bus es cierto estado de alerta aunque parezca que se va de lo más relajado del mundo... Puede que veamos por la ventana, que que algunas personas incluso lean o se duerman vencidas por el cansancio y los trayectos que se prolongan a veces por horas cuando normalmente duran un tercio de aquello, que se vaya conversando y riéndose con otras personas pero hay siempre un estado interno que nos hace agudizar los sentidos y no quitar el ojo ni bajar la guardia...
Son estados de francas paranoias que afortunadamente no siempre se ven reforzados por el acontecimiento temido, pero muy a menudo eso si: se sienten palpitaciones en el pecho, un tremendo hoyo en la panza y mucho miedo cuando en cualquier punto del camino alguien se sube y alza la voz para dar un mensaje.
A veces se trata tan sólo de vendedores de dulces, postales, llaveros, bolígrafos y muchos otros objetos curiosos de esos que fabrican en el llamado Gigante de Asia. Otros no venden nada pero tampoco quiere robar, más bien invitan a aceptar a Cristo y salvar el alma... pero claro, nos e bajan sin solicitar la colaboración respectiva para seguir predicando la Palabra. Otras veces tan sólo se trata de alguien que quiere contar una historia para ver si alguien se anima ayudarle, pero en sociedades donde se convive con el miedo a niveles elevados, hasta de los payasos que se suben a contar un chiste se desconfía.
Pero yo me pregunto ¿cómo se hace entonces, cómo se vence ese miedo? Cuando se ha atestiguado o sido víctima de tantos atracos y se sabe que cuando alguien se sube a un colectivo y dice "esto es un asalto y al que se mueva lo mato" no está bromeando y tantas veces gente pagó con su vida el haberlo dudado ¿será posible bajar la guardia y simplemente transportarse en los buses y micro buses en franca paz y tranquilidad?
Al volante
No soy ninguna fans de los motoristas de buses y micro buses del servicio de transporte público, es decir, también formo parte de las miles de personas que opinan que en definitiva aprendieron a manejar en escuelas donde les enseñaron todo al revés:
"No se respetan las señales No se disminuye la velocidad en los cruces El rojo en el semáforo indica que hay que pitar para que los otros sepan que de todas formas se va a pasar La mejor forma de manejar es con la música estridente a todo volumen y a toda velocidad durante la jornada sobre todo en horas pico la idea es competir por llegar antes a la siguiente parada protagonizando auténticos ralis en medio de la ciudad y con las unidades de transporte llenas de personas de todas las edades" (¿?)
Sin embargo Reconozco la profesión como una no sólo importante sino casi indispensable para el funcionamiento de la sociedad y la vida en general Reconozco que esos mismos que tantas locuras hacen al manejar son también personas que cada día salen a trabajar y que intentan cumplir sus metas laborales diarias para obtener así la retribución monetaria con la que mantienen su vida y a sus familias Reconozco que no debe ser fácil andar todo el día manejando, con el estrés del tráfico, lidiando con todo tipo de gente (la delincuencia incluida) y Reconozco además que en El Salvador —igual que sucede trágicamente en Guatemala, Honduras, Nicaragua y algunos otros países hoy por hoy- ser motorista o cobrador de bus ha tomado el tinte de “Trabajo de Altísimo Riesgo” y no por las situaciones de peligro que tenga que ver con carreteras y accidentes sino por el peligro de morir en asesinado en cualquier momento.
En El Salvador cada día entre 12 y 16 personas aproximadamente mueren por esta causa según datos oficiales, y cada semana sabemos de por lo menos un asesinato de motoristas y cobradores de buses y/o micro buses…
Números
Según “Mapeo de la Violencia” (Carcach, Carlos Dr., 2008) y los informes sobre “Delitos de homicidio” de la Mesa Técnica conformada por la PNC, la Fiscalía General de la República y el Instituto de Medicina Legal:
En El Salvador entre 1975 y 1991 se contabiliza que murieron alrededor de 75,373 personas. Desde que se firmaron los Acuerdos de Paz en 1992 hasta el año 2008 murieron 75,483. Es decir, en 17 años de Paz han muerto más personas por causas violentas que las que murieron durante la guerra.
A ese número hay que sumar las que ya en el año 2009 han muerto bajo la causa de homicidio por distintas circunstancias y entre ellas la más alta es ‘sin razón justificada’. Cada día hay entre 12 y 16 asesinatos, es decir, por lo menos 84 por semana, igual a 336 por mes, y como ya llegamos a abril eso nos invita a cerrar el mes de marzo con la alarmante cifra de más de un mil homicidios y eso sólo si contamos 12 por día y no tomamos en cuenta hechos como que en marzo hubo una semana donde entre el lunes y el domingo ocurrieron 99 muertes por causas violentas de acuerdo a los datos proporcionados por la Policía Nacional Cívil y que fueron publicados en los principales periódicos del país, o que casi 100 personas murieron asesinadas durante la Semana Santa y además hubo un hecho concreto dentro de un bus que estuvo -tristemente- en primera plana en esos días:
"A las 5:30 de la madrugada del sábado 11 de abril de 2009 (sábado de Gloria), un autobús de la ruta 52 que hace su recorrido en sobre una de las alamedas más transitadas de San Salvador fue asaltado por varios hombres armados. Uno de los pasajeros estaba armado y en un arranque de heroísmo, defensa personal, o quizá “sintiéndose valiente porque portaba un pistola” pues la sacó, alentó a los demás para que se defiendan y dentro del bus se armó una balacera descomunal. Resultado: el mismo pasajero que sacó el arma con un balazo en la cabeza y 6 personas más fueron a dar a cuidados intensivos, una mujer que iba sentada junto al primero murió en el instante, otro de los pasajeros murió camino al hospital y uno de los ladrones fue herido y capturado junto a 2 más en el hospital donde le llevaron…"
Claro está que no todas esas personas que mueren por causas violentas han muerto dentro de buses o micro buses, pero sí muchas, muchas, muchísimas y sobre los asaltos no hay estadística que valga, porque no hay denuncias, tan sólo "el cuento de cada día".
Pero las personas somos más que números formando estadísticas, detrás de cada una y cada uno hay sueños, emociones, sentimientos, relaciones, vidas que vivir…
Por eso para mí, cada asalto es un hecho puntual, triste, único, desafortunado e injusto y cada muerte por violencia pero más aún cada muerte dentro de un bus es algo que no tiene forma de explicarse, es algo que no tiene sentido.
Más que números
Hasta donde tengo entendido, ni El Salvador, ni Honduras, ni Guatemala y tampoco Nicaragua están en guerra, por lo tanto las muertes violentas son en su mayoría de gente común, gente que salió a trabajar un día, que fue de compras, que salió a visitar a alguien, que se encontró con amigas, amigos o familiares para departir, que salió a estudiar o a vender, o que simplemente se subió a un bus con la intención de ir a alguna parte como "Don Tano" el compañero de trabajo de mi amigo Roberto de quien he hablado antes, una persona llegando a la edad en que le tocaría jubilarse, que trabajó toda su vida productiva, aportó su esfuerzo para hacer caminar a este país, tal vez formó una familia, vivió sus etapas y en el momento en el que empezó a soñar con el merecido descanso gozando de los beneficios de una justa jubilación el azar le hizo elegir un bus, protagonizar uno de los diarios episodios donde la frase “esto es un asalto” cambia la historia, ponerse nervioso, levantar la cabeza, recibir una puñalada y morir desangrado sin llegar ni a su último día de trabajo, ni a las actividades que se propuso hacer durante su tiempo como jubilado, ni al destino que se planteó en el momento en que decidió subirse a ese bus ni a ningún otro lado.
Todo porque en El Salvador (repito como en otros lugares de la Región) subirse a un bus ha pasado de ser una monótona actividad cotidiana a una parecida a jugarse la suerte mientras se camina en medio un nido de serpientes en puntillas para poder llegar a alguna parte todos los días: procurando tener cuidado, no molestarlas, no pisarlas, hacernos invisibles a sus sentidos mientras rogamos para que no se despierten, que si se despiertan no nos vean, no nos perciban, no intenten hacernos algo porque si es así tal vez no haya negociación que valga.
Pero como eso es lo que hay y la vida hay que vivirla cada día pues hay que subirse de nuevo al bus y cargar con los miedos y con el agujero en el pecho cada vez que algo se sale de lo normal, con las miradas de quienes ya van dentro que nos escudriñan con la intención de saber por pura corazonada si nos hemos subido a atentar contra su integridad o somos tan sólo una o uno más de los miles que sólo quieren ir a alguna parte.
Hace algunos años, hablando con mi amigo R. Valencia recordábamos algunos episodios de los que vivimos durante la guerra y él me dijo que después de todo aquello, tan normales no podemos ser. Yo ahora le robo la frase y la aplico a las generaciones actuales que formamos la sociedad salvadoreña -y que tal vez se llame las generaciones de la post guerra, porque efectivamente tan normal no se puede ser cuando cada día hay que enfrentar cosas tan inexplicables y fuera de toda lógica como exponer la vida por el sólo hecho de subirse a un bus...
Definitivamente, hay cosas para las que no hay explicación válida posible, pero que sin embargo somos un pueblo que cada mañana abraza a la vida, sale de la casa y enfrenta y supera sus miedos. Que ha aprendido a hacer borrón y cuenta nueva con cada trayecto concluido sin novedades, que se encomienda a Dios, a las once mil vírgenes, a las constelaciones, al Feng Shui, al zodiaco, al cosmos, a las vidas pasadas o a las futuras o en resumidas cuentas a quién sea que sea aquello que hace creer en un algo más allá de las propia fuerza. La gente que anda "a pie" y tiene que utilizar el transporte colectivo parece haber desarrollado un olfato de felino, y cuando la logra ver venir si puede se baja del bus, si no pues nada más entrega el botín, total en un país donde gente ha muerto porque le pidieron $o.15 ctvs. y no los andaba... está claro que se puede intentar ser más valiente, y negociar que por lo menos dejen los documentos, pero por mi parte tengo que reconocer que no tengo nada que negociar con alguien que porta un arma y quiere mi cartera, en tanto sea sólo eso y no me pida cosas como por ejemplo que "le acompañe" pues que se lleve lo que quiera...
De verdad a mi me sorprende cuando alguien me cuenta que se atrevió a mediar con algún asaltante como: "déjame mis documentos" y lo han conseguido. Por otro lado me enojan quienes portan armas –aunque digan que es para defenderse- porque creo que es muy difícil prever las consecuencias en el momento de utilizarlas. También me enojan mucho las autoridades responsables de la seguridad. Los Planes Mano dura y el plan "País seguro" que nada más revuelven el agua... Me frustra mucho tener que vivir de la mano con tantos temores y sé que no soy ni seré nunca alguien que siquiera intente negociar en un asalto, por eso cada día, como la mayoría de personas simplemente me encomiendo al Dios en el que creo y le pido nos libre y proteja tanto a mí como a mis seres amados…
No estoy orgullosa de vivir en uno de los países más violentos del continente, el más violento para ser exactos, pero estoy muy clara en que vivo rodeada de gente valiente. Dicen que vienen mejores tiempos, en marzo la mayoría de habitantes de esta sociedad democrática votamos "Por un cambio" y yo conservo la esperanza de que así será aunque sea muy poco a poco. Como soy optimista espero no sólo tiempos mejores sino hasta que tal vez ¿por qué no? un día caminar por allí o trasladarnos en bus sea una experiencia normal y cotidiana, como debe ser , como es –y la suerte me ha permitido verlo- en otros lugares donde seguro habrá otro tipo de peligros y sinsabores que enfrenta la gente pero un trayecto en bus es algo tan sencillo como comprar el boleto, subirse, mirar el paisaje, leer, dormir o mirar a la gente, llegar al destino, bajarse y punto. En algunas horas quizá vaya lleno, seguro la gete se aprieta una contra otra y de vez en cuando al más distraído le roban la billetera... pero es que aquí lo que se roban es la vida y así no es. ¡Basta!
Los motivos
Quiero decir que este artículo ha sido escrito En nombre y memoria de las incontables víctimas de asaltos en cualquier medio de transporte colectivo y en denuncia porque a menudo esos robos y esas muertes quedan impunes a pesar de que incluso como ciudadanas y ciudadanos sabemos horas y rutas de mayor accionar delincuencial.
No escribo esto para hablar sobre la delincuencia y sus motivos de fondo para existir y florecer en El Salvador (sobre lo que seguro hay mucho que decir y mucha tela para cortar) sino con el ánimo de hacer visible el vaivén de emociones que suceden dentro de una unidad del transporte colectivo en El Salvador, y hacer notar que la lucha diaria por la vida en países como éste suele llegar más allá de trabajar y cumplir con las responsabilidades y obligaciones de cada quien, porque aquí la gente todos los días “saca la casta” y aunque hoy haya sido víctima y/o testigo de un asalto, un amago de asalto o haya tenido una pistola apuntándole directamente, mañana el sol vuelve a salir y dejando la experiencia en el apartado donde se guardan las anécdotas se sigue adelante, se vuelve a la parada, se sube al bus e intenta vivir la vida de la mejor forma que le sale…
¿No sé qué imaginan ustedes cuando escuchan decir que vendrán tiempos mejores? pero yo por ahora imagino un tiempo donde no sé si habrá menos robos (ojalá), pero sí menos muertes y la impunidad dejando de ser la eterna compañera que abandera tantas pero tantas injusticias.