julio 16, 2010

Sin vos... Soy yo

A 'las mujeres de mi vida' que ya no son solteras, 
pero siguen teniendo tiempo para ellas
y para que tomemos juntas 
aunque sea de vez en cuando un café.  
Con el amor y la admiración de siempre.  


Todo vale en la guerra y el amor. 
No importan los sacrificios,
valían la pena si eran para encontrarse contigo… 
para poder seguir juntos… juntos para siempre…

Ese es el eterno slogan con que crecemos, nos lo dicen las telenovelas, las películas, la familia, las parejas: "juntas, viviendo infelices, pero juntas", o si no: "después de mucho sufrir, el premio es un para siempre" como nos enseñaban los escritos de la niña Corín Tellado (único vicio de lectura de algunas y algunos que también tienen el de comprar revistas de esas que dictan lo que está "in" y lo que está "on" en cuanto al vestir, el sexo, el comer, el tener, etc. etc.).

Si será tan cierto como que esta mañana de julio me desperté a las 6:00  y me fui directo al gimnasio, pues no lo sé, no creo ser experta en casi nada y mucho menos en esos temas y caminos que se refieren al amor, pero resulta que hoy escuché (sin querer…) una conversación entre dos mujeres mientras nos movíamos entre las máquinas y las estaciones de descanso y como lo de tener una oreja en un sitio y la otra en otro (como lo sabrán bien quiénes me conocen de hace tiempo) "es lo mío", pues no pude evitar primero: escuchar y segundo: preguntarme ¿uhm?; el diálogo iba más o menos así y no crean que no sé bien que me resta credibilidad el hecho de estar nadando dentro de un mar de sudores y con la concentración puesta en cada músculo de mi cuerpo mientras me enteraba del asunto, pero voy hacer el intento para que sea lo más verídico posible, ok:

-    Mirá, ¿y ya no ha venido la Fulana? (prefiero bautizarla fulana porque como ya sabemos, este mundo es como un pañuelo...)
-     No!, ¿y que no supiste que se casó?
-    Ah sí me enteré, pero creí que iba a seguir viniendo...
-    No vos, si cuando uno se casa se acaban muchas cosas, hay que atender la casa, al marido y el trabajo, después vienen los hijos, los problemas, las obligaciones… ya no queda tiempo para otras cosas... si yo vengo después de 10 años de casada porque me lo recetó el doctor...
-    Sí es cierto... yo por eso me lo pienso... creo que no tengo ganas de renunciar a mí todavía...

Vaya pues, ya si digo que escuché más estaría mintiendo, a esa altura del diálogo ya mi mente divagaba, quizá fue la máquina que utilizaba en ese momento pero sentí que me dio un váguido y desde ese momento sigo pensando y pensando “no tengo ganas –todavía- de renunciar a mí” (…) 
 
Como no tengo ninguna experiencia en el asunto, supongo que mi opinión no cuenta, pero como ya sabemos que yo siempre voy a tener algo que decir pues aquí les va:

Creo que efectivamente así es la cosa en muchos de los casos (bueno, en la mayoría…): “madre, esposa, amiga, amante, cocinera, recoge todo, lavandera, le plancho bien y se lo hago gratis, lustrabotas, enfermera, organizadora y administradora del presupuesto familiar, compañera de luchas, ayudante de tareas, la chofer, la que va al súper, al mercado, la que trata con la señora que viene a colaborar en la casa, con el jardinero, con el vecindario, con los vigilantes, organizadora de fiestas, buena escucha de problemas, prepara meriendas, organiza paseos y que además (en muchos casos): tiene un empleo de por lo menos 8:00 a 5:00 por decir algo”.   

Y ¿a qué horas se acuerda una de que sigue siendo una y que a esa una le gusta(ba) serlo sin más?.  "Es que las cosas cambian".  OK.

Pero entonces tengo que olvidarme de mí para que otros puedan  vivir?

“No tengo ganas –todavía- de renunciar a mí”


Entonces, ¿es necesario hacerlo?, será que se trata de algo así como:

"Un día fui alguien que disfrutaba haciendo cosas para mí como ejercitarme, salir para hacer algo que no fueran mandados para alguien de la casa, ir de compras, quedar para 'tomarnos algo', ir por un sorbete y comérmelo despacito mientras caminaba, ir por una cerveza y tomárla en un bar con amigos mientras hablamos de la vida y sus andares, me gustaba caminar, correr, viajar, jugar fútbol, andar en moto, pasear por algún parque, cocinar para comer rico no por obligación, gritar en el estadio, reír por tonterías con los amigos y las amigas, salir de vez en cuando sola, ver una serie en la tele, ir al cine a ver algo que no sea películas para infantes (que no están mal pero...), oír música, soñar, caminar con mi pareja tomados de la mano mientras caminábamos juntos sin ir corriendo para ningún lado, hacer el amor con pausas y sin prisas o con locura "pero hacerlo", a veces estaba contenta, otras me sentía cansada, harta y era consciente de ello pero nunca me sentí mala persona sentirme así, pero luego me casé y ahora..."  ¿Será de verdad así?

Pues no lo creo y menos mal que tengo buenos ejemplos que me validan.




Definitivamente no sé qué facil o qué dificil es, pero creo que es necesario y a la vez justo que a pesar de las exigencias y de lo que el mundo espera, podamos reservarnos el derecho a seguir siendo quién somos y a que en medio del tren de actividades que demanda la vida en sí, más la vida en pareja o en familia, haya un espacio para seguir conectadas/os con ese espacio particular donde una es una, sin más, sin que sean los roles y responsabilidades los que intenten definir y dictaminar ahora ‘cómo debemos ser’ ¿o no?

“Tiene que aprender a ser mujer de su casa” me acuerdo que escuchaba decir mientras crecía ¿mujer de su casa?, por mi parte lo dejo en mujer a secas y con eso ya tengo para esta vida (y ojalá que para algunas otras…) y si un día decido junto a alguien adentrarme en la aventura de la convivencia “a dos”, espero, pido a la Diosa en la que creo, cruzo los dedos y tiro una moneda al pozo de los deseos para que sea:  primero no una renuncia sino un continuar y ya de paso que la decisión la tomemos con la firme corazonada de que juntos potenciamos nuestras cosas buenas, de querer compartir las cargas, de que no todo será bueno pero por tanto tampoco todo podrá ser malo...

Al ir caminando lado a lado, creo que con esfuerzo, en la suma y con el tiempo se aprende quién es y quién no es la persona con quién vamos, en ese trayecto es una suerte si a pesar de muchas cosas se logra encontrar la manera para seguirse admirando, aceptando, amando, tolerando, respetando y animando para que aún en medio de tanta cercanía y tanta intimidad puedan seguir siendo dos que se ayudan mutuamente a seguir siendo quiénes son, sin intentar nunca morir uno por el otro, sino más bien vivir asumiendo cada cual lo suyo mientras lo disfrutan juntos...”

Por mi parte he dicho.


Quiero  (Jorge Bucay)


Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confí­es en mí, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy,
hoy podés contar conmigo
sin condiciones.

julio 02, 2010

Porque lo que no estoy dispuesta a tolerarme es la indiferencia...

"Las verdades reveladas están más allá de la duda  
y no exigen más evidencia que su propia existencia" Eduardo Galeano

«No podemos quedarnos indiferentes»

Eso decían esta mañana en el noticiero mientras comentaban la nota sobre un homenaje a las víctimas del 20 de junio en Mejicanos... me hizo recordar que hace tiempo escribí precisamente sobre la indiferencia y como que ésta me envolviera era uno de mis más grandes temores...  

Reconozco que hablar y hablar sobre algunas cosas simplemente no ayuda en nada, pero a la vez pienso que hay cosas de las que hay que opinar aunque sea en los círculos más privados, para no vivir ajenos al mundo, porque es necesario, porque forman parte del diario vivir y claro, porque estoy de acuerdo: no podemos quedarnos indiferentes.

En lo personal, el incidente del bus en Mejicanos me dejó en un estado de shock que hacía mucho tiempo no vivía; se me hizo un nudo tremendo en la garganta y mis emociones se dispararon más allá de mi propia capacidad de asombro y de respuesta... por eso en todos estos días he intentado evadir la realidad de que eso sucedió.    Supe la noticia el mismo día a pocas horas de haber pasado, en la radio hablaban de un bus que habían quemado con pasajeros adentro.    No lo podía entender... no había espacio en mi cerebro para procesar cosa semejante...  casi al unísono con la radio mi hermana me llamó y me dijo "han quemado un bus con gente adentro en Mejicanos"; no, le dije yo, han quemado un bus pero a la gente seguramente la bajaron...  No, me dije ella, "la gente se quemó adentro...", colgamos.   Llamé a mi amigo Roberto que me había dejado hacía un rato en mi casa y que vive precisamente en ese municipio, le pregunté qué tal había llegado y le comenté la noticia… él no vio nada cuando iba para allá y después de un par de comentarios colgamos. 

Ya en mi cuarto, rutina de preparación para dormir, no volví a poner la radio, mejor un CD. Apagué la luz, encendí mi lámpara de noche y me puse a leer, no podía concentrarme, no es cierto pensaba, debe ser una confusión… tal vez algunas personas sufrieron quemaduras mientras se bajaban… en fin, me llegó el sueño y me dormí.   El lunes por la mañana otra vez la rutina, 5:45 a.m. suena el despertador, me levanto, enciendo la TV para ver el noticiero y antes de poder hacer ninguna otra cosas allí está...  imágenes de una Coaster quemada,  se quemaron 14 personas adentro decían... todavía no habían podido ni retirar los cuerpos… se sabe que habían menores… no dejaron que se bajara la gente… me senté en la cama, escuchaba la noticia y se me empezaron a caer las lágrimas...

¿q u é  e s  e s t o?

Más oía y menos lo creía.  Pocos momentos en mi vida han sido de tanta negación, tan pocos que los puedo enumerar porque son tan sólo dos:  

Uno: cuando ese amargo domingo 13 de julio fui a visitar a mi papá que estaba ingresado en el hospital y al llegar a su cama no estaba... nadie me decía nada ¿le estarán haciendo exámenes?, se acerca un enfermo en silla de ruedas y me hace señas... justo a mi lado había una camilla con un cuerpo tapado... un muerto... el enfermo me dijo "este es su papá".   No, eso no pude ser, es mentira, me veo a mí misma como la niña que una vez tuvo 5 años y me repetía una y otra vez como quien encuentra en un pensamiento el refugio de seguridad que ofrece protección contra el dolor: "los papás no se mueren nunca".   Destapé el cuerpo y lo miré... alivio... ¡no es él!.  No lo reconocí, mi papá estaba vivo y ese señor allí no... Tomé el expediente y leí:  "Julio César Zúniga Cortez, motivo de muerte:  insuficiencia cardíaca, hora de muerte: 11:50 am."   Los papás no se mueren, mi papá no puede estar muerto, intentaba volver a pensar...  pero ahora ya no era posible volver al refugio, la verdad se imponía, mi papi estaba muerto.

La segunda ocasión en que un acontecimiento me hizo caer en tal estado de negación profunda fue una historia de desamor que no voy a comentar pero sí voy a decir que definitivamente sé muy bien cómo es preferir mentiras y seguir tapando el sol con un dedo a enfrentar la realidad de un amor que dejó de amar y no ser capaz de encontrar una razón que pueda sostener la dolorosa verdad de un "ya no te quiero".  Todo pasa y todo queda... al final...

Pues ese día 21 de junio antes de que terminara la nota  apagué el televisor... no quiero seguir viendo, no quiero saber... si no veo no pasa... no pasó... no es verdad...

Camino al trabajo compré el diario para leer sobre el tema (hay que enterarse).  Se lo presté a quién quiso, luego lo guardé y hasta hoy no llegué a leerlo nunca.   Al mirar las cosas que la gente ponía en FB recuerdo que escribí algo en mi estado, una pregunta que se me metió en la cabeza ¿a quién le puede convenir que pase algo así?.   Comentarios desde el hígado de gente conocida iban y venían y se pasaron los días.   Un día de estos hablando con la Mish comentamos el asunto y le dije algo así como "¿me podés creer que yo me siento tan sorprendida y a la vez tan asustada por eso que pasó, que no me sale hablar y ni si quiera he sido capaz de escribir sobre ello?" y ella me respondió "a mí me pasa lo mismo, yo tampoco he sido capaz de escribir nada…".    

Esta mañana tal vez por eso el comentario de Rafa Domínguez me sacudió un poco, porque al fin y al cabo esto sí sucedió, así como también "mi papá si murió" y "mi ex-novio sí se fue con otra".   No importa si mi capacidad de aguante quiere o no digerirlo, si quiero o no aceptarlo, si quiero o no saberlo:

“El domingo 20 de junio por la noche un  bus fue incendiado en Mejicanos con sus pasajeros adentro.  Había menores... había un bebé, la gente murió calcinada y se quemaron mientras aún estaban vivos”.   El espanto y el horror se juntaron, la locura estuvo presente y sólo soy capaz de pensar que si el infierno existe entonces seguramente se parece mucho a esto…

Creo que somos madres y padres de los niveles de violencia que vivimos.  Creo que la hemos visto venir y no hemos sido capaces de detenerla.   Por alguna extraña razón un día asumimos que "alguien aquí tiene que hacer algo" y sin importar si somos autoridades del gobierno, de algún cuerpo de seguridad o ciudadanía civil estamos esperando que un buen día nuestros ruegos, pensamientos, buenos deseos o acaso pequeñas acciones den fruto y las cosas cambien.

Según entiendo hay capturas y entre los ‘supuestos autores’ se encuentran incluso algunos menores de edad.   Al preguntar un periodista a uno de los capturados ¿por qué hicieron algo así? la respuesta me paró los pelos: "es que se peló el rata... la idea era quemar el bus pero antes bajar a la gente, pero de repente se peló".   ¿Se peló el rata?, o sea, ¿tal vez se le ocurrió en el momento? es decir, ¿un acto de esta naturaleza puede ser algo que en un momento se le ocurre a alguien como algo –acaso- emocionante? Pues no lo sé, no sé qué se puede entender de una respuesta como esa pero a  mí, como repito: ¡me eriza la piel!.

¿Qué sucede en tan sólo unos 18 años?,  ¿Qué cosas vive una persona que en menos de 18 años pierde los escrúpulos a este nivel?   Yo es que sinceramente no lo sé, no sé nada, sólo sé que hoy mismo quiero romper mi silencio y sacudirme la indiferencia que sigo pensando, es a veces tan asesina como quien ensarta el puñal y en este que es mi muro particular quiero dejar constancia de esta triste verdad para que al menos no se me olvide cuando pasen los años:  En junio del año 2010, una noche de domingo, en horas cuando las familias salvadoreñas por mayoría general vuelven a casa luego de haber cenado acaso "pupusas" en cualquier lugar, en uno de los municipios más populosos de la capital, unos bichos, unos hijos de esta sociedad enferma, un pequeño grupo que representa al producto de años y años de injusticias, acumulación, guerras e indiferencia quemó un bus con sus pasajeros adentro.   Hoy a tan sólo 12 días ha bajado el nivel de cosas que se dicen al respecto, sin embargo aún se puede escuchar clamores como pena de muerte, cárceles en una isla, trabajo forzoso, torturas, etc.

Yo, sinceramente no tengo ideas sobre ¿qué se podría hacer? porque si soy honesta, no lo sé.   Creo que los alcances de la violencia en general son un tema que se nos ha salido de las manos a todas y todos... Es como cuando una madre, un padre (o ambos) tienen que aceptar que malcriaron a un hijo o una hija, que no le enseñaron límites, que no le enseñaron a respetar, que le permitieron convertirse en un pequeño monstruo, que criaron un cuervo que ahora devora sus ojos y por eso no saben, no imaginan, no tienen ni puta idea de qué hacer?.  Creo que en esta sociedad tampoco sabemos qué hacer y por eso elucubramos... 

De todas maneras, como no me sale bien eso del pesimismo absoluto pues acabo esto diciendo que creo todavía que existen caminos para cambiar esta realidad.   Supongo que son difíciles de andar, con peligros concretos al asecho y con la realidad de peajes que se pagan con la vida para poder atravesarlos, pero existen, no tengo idea de cómo se empiezan a recorrer, ni cuando uno sabe que “está en el camino correcto”, ni tampoco si de verdad estamos en este país cerca de encontrarlo.  Lo que sí sé es que si muere mi esperanza, si dejo de esperar, si no sigo creyendo –al menos en algo- pues preferiría estar muerta. 

Definitivamente hay cosas que solamente la abstracción nos hace capaces (al menos por un instante) de soportar.  Triste es volver a la realidad y darse una cuenta de que lo que se creé verdad es mentira y que por consiguiente, la temida verdad: es cierta, algunas cosas se superan,otras se aceptan simplemente con el tiempo y otras invitan a seguir adelante de alguna manera... tal vez porque, como dice esta canción: 

Al final de este viaje en la vida quedarán
nuestros cuerpos hinchados de ir
a la muerte, al odio, al borde del mar.
Al final de este viaje en la vida quedará
nuestro rastro invitando a vivir.
Por lo menos por eso es que estoy aquí.
Somos prehistoria que tendrá el futuro,
somos los anales remotos del hombre.
Estos años son el pasado del cielo;
estos años son cierta agilidad
con que el sol te dibuja en el porvenir,
son la verdad o el fin,
son Dios,
quedamos los que puedan sonreír
en medio de la muerte, en plena luz.
 (Silvio Rodíguez)

Nos enchufamos, gracias!


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