Uno no escoge el país donde nace: pero ama el país donde ha nacido.
Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.
Nadie puede evadir su responsabilidad.
Gioconda Belli.
Hace unas semanas recibí el e-mail de mi amigo Massimo P., y era la respuesta a uno que yo le había enviado, donde en algún momento le dije que "ojalá un día se dejara venir por El Salvador..."
Sus palabras eran claras: "Yo quería ir con Marina en Salvador, pero confieso que tengo un poquito miedo (por ejemplo, de tomar un autobús...)."
Digamos que eso me dejó pensativa. Creo que me escribió eso porque leyó mi artículo titulado "Nuestro tránsito de cada día" sobre los peligros que involucra subirse a un bus en este país.
Y bueno, yo quiero hacer en este punto del camino, un acto de contrición -como quien dice- y reconocer primero, que las situaciones son ciertas, pero a la vez, el "mea culpa" también es cierto, por dar a veces la idea de que quienes vivimos en este país lo hacemos porque no nos queda de otra...
A ciencia cierta este es un país como muchos, pero muchos muchísimos en el mundo, donde no sólo se puede vivir, sino también hacerlo de la mejor manera que a cada quien le es posible. A algunos les cuesta más, a otros menos… como en todo sitio supongo.
Hace tiempo que este asunto me viene rondando la cabeza y ahora presento algunas razones por las cuales vivir aquí, o venir para conocer, vale la pena:
- En este país hay delincuencia es verdad, hay robos en los buses muy a menudo, es cierto, hay tristemente una cantidad muy grande de gente que muere a diario por homicidio; pero hay miles de personas que salimos cada día a la calle, hay otras miles que viene de visita, todas hacemos las cosas cotidianas de la vida, nos movemos libremente y pues, no a todas ni a todos nos pasan cosas malas cada día...
- El calor es mucho y de variados tipos: tanto de ese que nos proporciona el sol que abraza durante el día y permite tener ganas de ir a la playa, o comerse un helado de mango... como del que hace que la gente se sienta querida e importante.
- Lo que marca son las personas no los lugares. Muchas veces en un determinado país lo mejor que uno encuentra no es una comida o un paisaje, sino la gente que lo habita, y EL Salvador no es la excepción. Aquí hay gente que obra mal, políticos corruptos, ladrones, mareros y asesinos; pero esos son algunos y no la mayoría de los salvadoreños.
- La gente salvadoreña es por norma general amable. La sonrisa nos es fácil y hasta hay que reconocer que aquí "nos reímos por todo", incluso por aquellas cosas que no nos deberían causar risa.
En esta tierra se nos acusa de ser un poco metiches y con justa razón. Aquí abrimos bien los ojos cuando frente a nosotros hay algo (o alguien) que nos llama la atención, si vamos por la allí y alguien intenta dar una dirección pero notamos que no sabe bien dar la indicación nos metemos directamente (con y sin permiso) y como si de un asunto nuestro se tratara nos aseguramos de que la ayuda sea efectiva. En ese afán somos capaces de incluso caminar desviando un poco nuestro camino si leemos en la expresión de quien pregunta, que no alcanza a entender las coordenadas de nuestro dedo indicando "de aquella esquina a la vuelta, sube un poquito y vuelve a cruzar..."
En El Salvador pasan cosas que nos sobrecogen pero, "a las cabales", como decimos por aquí: No somos los únicos en el mundo. En el metro de Roma una mujer inmigrante murió cuando una pasajera le apuñaló con un lapicero por la espalda; En Estados Unidos niños matan niños a tiros en escuelas; en México el narcotráfico gobierna poblados; en Guatemala la delincuencia aunada con las pandillas y el tráfico de drogas mata gente todos los días; en España el racismo, la violencia y la xenofobia; en Bagdag bombas matan personas en grupo; en Colombia la guerrilla; en Italia la ley dice que ser ilegal, es igual a ser un delincuente; etcétera... Y esos son tan sólo algunos ejemplos, ante los cuales tengo una sola pregunta: ¿Podemos decir que estamos a salvo sólo porque nunca hemos visto morir a alguien en la acera de nuestra casa?
En el mundo globalizado las cosas malas también son muy parecidas. Hay delincuentes, ladrones, mafiosos, narcos, corruptos, locos, etc. Y a todos los sitios llega mucha gente de visita y miles de miles de personas tienen sus hogares fundados en medio de las circunstancias y situaciones que les toca enfrentar de cualquier manera. En El Salvador y en el resto del mundo cada día la gente se levanta por la mañana y se va a la escuela, al trabajo, de paseo, al cine, al mercado, a una cita de amor, a encontrarse con los amigos, a darle una mirada a la familia, a recibir el cálido abrazo de una madre, de un padre, en fin…
Y cada día en todo el mundo hay hechos que no tienen una explicación: ¿Por qué una persona se suicida y encima mata a muchas otras en un centro comercial? ¿Por qué una madre mata a sus hijos? ¿Por qué la guerra, el hambre, la inseguridad, la violencia, el empobrecimiento de los pueblos, la naturaleza inclemente o la voracidad descontrolada de los seres humanos? Es que podemos escribir libros sobre cada tema y tal vez ninguno tenga la respuesta completa. Siempre habrá vacíos, siempre habrá más preguntas que respuestas, pero en medio de todo, cada día el sol vuelve a salir y la esperanza se renueva, las madres y los padres luchan por sus hijos, los hijos aprenden a vivir su propia vida, dos deciden amarse hasta la muerte, otros deciden redireccionar su camino y empezar uno nuevo, algunos reciben la caricia de una leve brisa y piensan que no se puede ser más feliz que ellos en ese momento...
El punto es que El Salvador es lo bueno y lo malo. Hace muchos años, un hijo que tenía 16 años sin ver a su padre, que vivía en El Salvador en el final de los años 80's le respondió "es que en El Salvador mucho matan" a la pregunta de ¿Por qué no venís a vernos? que le hizo su progenitor y sé de viva oída que la respuesta del padre fue "si tan sólo así fuera ya me habrían matado a mí ¿no crees?". Respuesta espontánea a una afirmación con sabor a excusa mala y creo que eso mismo es lo que intento decir hoy con este escrito.
Las cosas pasan pero la vida sigue y en El Salvador no solamente sobrevivir es posible, también es posible la vida, es posibles la risa, es posible el canto, como también lo es la lluvia, encontrar amigos, leer un libro, tomarse un buen café, fumarse un cigarro, irse de copas, formar una familia, compartir calor de hogar, tener un trabajo, dormir bajo las estrellas, compartir noches de vino de amor y de luna, estudiar una carrera, creer en Dios o volverse ateo (mantenerse ateo es más difícil pero ese es otro tema) también se puede soñar, subir volcanes, bañarse en la playa, ponerse metas, alcanzarlas y dejar que de vez en cuando la vida nos cuente un cuento y nos sorprenda...
Vivimos inmersos en una realidad concreta pero ¿no es igual en cada país del mundo? aquí hay que abrir los ojos y estar alertas para que no nos roben la cartera, hay que ser prudentes para conducirnos y tener cuidado en ciertos lugares especialmente al caer la noche, subirse a un bus es una aventura pero en paralelo hay una pasión palpitante por la vida, héroes, cabrones y santos, un pasado que vale la pena recordar (aunque sea para no olvidarlo) y una historia que huele a futuro y que escribimos día a día quienes habitamos esta tierra tan llena de contrastes como de verdes infinitos, este es un terruño de sonrisas que encierra grandes motivos para estar, para marcharse, para volver y para venir y desear quedarse.
En El Salvador se ama y se lucha y muchos se preguntan ¿cómo se hace?, ¿cómo se vive y se es feliz en medio de todo? No sé la respuesta pero me atrevo a decir que no es solo una, son muchas pero no es posible puntualizar porque hay que estar aquí para palparlo, porque no se conoce un país leyendo informes de desarrollo si no caminando por sus calles, conociendo a su gente, oliendo sus olores, probando sus sabores, metiéndose en sus aguas y abriendo bien los ojos con el corazón dispuesto a mirar pero "mirando" o como dijo el reconocido escritor colombiano: "vivir para -luego- contarlo".