La media noche del viernes 1 de octubre me fui a la cama después de una semana intensamente lluviosa, muy cansada, muy trasnochada y en la que cada día mirar el cielo e intentar predecir si el sábado iba a seguir lloviendo o no se volvió casi una obsesión...
Antes de irnos a dormir con la Dani dejamos cada cosa y cada paquete listo para la jornada del día siguiente pero aún así yo no podía dormir. Recordaba las distintas cosas que habían hecho posible el cansancio de esa noche y lo que teníamos organizado para que sucediera en unas cuántas horas.
Los pensamientos iban y venían de una manera tan veloz que en algún momento preferí dirigirme al Dios en el que creo para intentar bajar el nivel de estrés que me tenía sin poder dormir… Así con un tono entre amenazante y suplicante bien conocido entre nosotros le dije «Bueno pues, por nuestra parte ya hicimos lo que nos toca, está todo listo para mañana así que hay ve vos cómo se pone el clima con respecto a la lluvia». Y me dormí...
Al despertar el sábado tempranito abrí la puerta corriendo para ver el cielo y octubre soplaba con fuerza, la lluvia se había ido del todo y el cielo empezaba a vestirse de azul. Conforme fueron pasando las horas el azul era cada vez más intenso y los mensajes en mi celular de amigas y amigos decían:
¡QUÉ DÍA MÁS AZUL!
Manejando hacia la ciudadela Don Bosco a recoger algunas cosas que nos prestaron, mientras atravesaba el viejo barrio San Sebastián en Ciudad Delgado en un momento la brisa me acarició de tal forma que viendo el cielo azul y los árboles moverse pensé que esa era la manera en que ese Dios en el que creo y al que suelo llamar "Madre" me respondía en el mismo tono al que se le suele contestar a una hija caprichosa que pone condiciones cuando pide algo y se me ocurrió en ese momento que me decía algo así como «¿así de azul está bien niña Mary o le ponemos otra capita (de azul)?».
Y así fue... bajo un cielo azul nos metimos para realizar en el Parque de la colonia Centro América la primera "Gran tarde deportiva" que rematamos con una rifa, una serie de presentaciones musicales y la venta de comidas y bebidas para quienes nos visitaron. Todo a favor de FUNDALIVRES, una organización que trabaja sin descanso por la causa de los niños que viven en las calles de San Salvador y más allá.
A veces es necesario entrar en contacto con algunas realidades para que nuestra mirada avance y llegue a los sitios donde la vida es un milagro de cada día...
Hoy quiero agradecer a la vida por Fabiola Meléndez, a quien conocí hace muchos años en nuestros tiempos militando en grupos de jóvenes en la iglesia y a quien he vuelto a encontrar después de muchos años, por el ejemplo de su vida que lucha por la causa en la que creé: Liberar la vidas de niños (y niñas quiera Dios algún día también) que viven en situación de calle.
"Cuando un hombre debe más de lo que come, se entiende que entonces la teoría falló" nos canta Alejandro Filio, para mí hoy por hoy esas palabras tienen más significado que nunca. Cuando un niño es abandonado, abusado y dejado a su suerte por el mundo adulto, cuando un niño es invitado a tomar decisiones que no le corresponden por su edad, que no puede ni debe porque la madurez aún no le alcanza... para mí no hay teorías ni explicaciones que valgan: todas fallan si no nos llevan a la acción que vaya transformando esa triste e injusta realidad.
Por estos países estamos acostumbrados a ver a los chicos en los semáforos, endrogándose y pidiendo unas monedas. Cerramos las ventanas para que no nos roben, pensamos que "eses chicos tan sucios" no deberían estar allí, pero ¿alguna vez nos preguntamos por qué están, quiénes son responsables por ellos, quién o quiénes pueden cambiar su injusta realidad?
El mundo adulto de estos tiempos creé tener muchas de las respuestas a las interrogantes de la vida... y quizá las tenga, lástima que nada más sean teorías...
Mientras por el mundo se forman mesas de discusión para “desde allí” intentar aplacar el hambre y la pobreza, cada día más chicos son tirados a la calle para sobrevivir a su suerte. Desde nuestras ventanas de vidrio les vemos y seguimos de largo guiados por una naturalización alarmante de su condición.
Este día escribo este post en nombre de las niñas y niños "de la calle" que miran pasar la vida desde sus esquinas... que desean como cualquier niño o niña del mundo la protección que les ha sido negada, y que son permeables al amor cuando se les otorga sincera y desinteresadamente como cualquier otro ser humano del mundo.
Hace muchos años el grupo guatemalteco Alux Nahual, cantaba a ritmo de rock (y en relación al tema de los niños habitantes de las aceras en estos países): “es un niño como otro cualquiera, sólo que sin una linda escuela, dale un libro y tocará una estrella… crecerá!”
Cuánta verdad en esas palabras!. Mi amiga Fabiola es una mujer de 32 años, está casada y tiene dos hijas. Sin embargo la lucha por la justicia no se quedó como un recuerdo de sus años juveniles. Actualmente lleva la dirección del Hogar Amigos para Siempre que donde 17 chicos tienen la oportunidad de cambiar sus vidas luego de haber vivido largos años en la calle.
Gracias a este reencuentro, con algunos amigos y amigas nos hemos unido con la firme decisión de ayudar a fin de que este hogar pueda seguir adelante con crisis y sin ella; porque al derecho de vivir una vida digna no se le puede poner precio. Tenemos el ánimo, hay muchos caminos, vamos a ver hasta dónde llegamos!
Miles de niñas y niños habitan en las calles en El Salvador, desde edades muy tempranas son buscados por pedófilos que les suben a sus carros de lujo y les abusan sexual y físicamente en casas y hoteles. Esa es la realidad de muchos de los niños y las niñas que vemos vendiendo cualquier cosa por las calles. Esa es la realidad de la que no hablan a menudo las estadísticas.
Más allá de los números están los nombres y rostros de la infancia que sólo pide se les deje ser niños mientras llega el momento de crecer y como adultos enfrentar las decisiones y la vida.
El mundo adulto es responsable de sus niñas y niños, quien quiera ver que vea y quien se sienta libre de culpa... que se atreva arrojar las piedras.
No Response to "Parecen duendes, niños sin infancia y sin pastel..."
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Gracias,
Ma. Ofelia